La COP26 está en marcha, con debates en torno al papel de los inversionistas en la lucha contra el cambio climático. Muchos se centran en descubrir a los impostores con hipocresía moral entre los gestores de activos sobre los temas ambientales, sociales y de gobernanza.
Esto es importante, pero distrae en un momento en que nuestra dependencia existencial de un clima estable debe ir acompañada de soluciones a escala. Esto requiere capital y el sector de gestión de activos está en una posición privilegiada para aportarlo.
Podemos empezar como industria reconociendo la urgencia. Aunque dejemos de quemar combustibles fósiles, el calentamiento global causará trastornos a los que solo podremos adaptarnos si preservamos y restauramos los sumideros naturales de carbono más ricos de nuestro planeta (bosques tropicales, turberas, etc.).
El financiamiento gubernamental y sin fines de lucro no se acerca a los 4 billones de dólares anuales que la Agencia Internacional de la Energía prevé necesarios para 2030 para mantener las emisiones globales bajo control. Sin nuevo financiamiento, los recursos naturales pueden ser demasiado escasos y muy caros.
El mundo de la inversión y el léxico de naturaleza, conservación y competencia han estado normalmente enfrentados. Sin embargo, el cambio climático nos obliga a alinear el capital con las soluciones para afrontarlo.
El análisis de seguridad no es indiferente a la naturaleza. Consideremos el costo de los bienes vendidos de una empresa: materiales de construcción, alimentos y bebidas, semiconductores. Si quitamos una capa, hablamos de naturaleza: árboles, aceite de palma, café, oro, cobre, biodiversidad. Se calcula que más de la mitad del producto interno bruto mundial (44 billones de dólares) corre un riesgo moderado o grave debido a la pérdida de naturaleza.
La hipótesis de los modelos financieros tradicionales es “tomar y agotar”. En la actualidad, es más práctico que los inversionistas comprendan los riesgos de nuestro “capital natural”.
Un ejemplo de éxito reciente es cómo el aumento del escrutinio de los inversionistas sobre la producción de aceite de palma desvinculó algunas cadenas de suministro de las prácticas de abastecimiento que destruyen el medio ambiente. La mayoría de los proveedores y compradores se comprometen ahora a no deforestar. Según el Instituto de Recursos Mundiales, 2020 es el cuarto año consecutivo en el que la deforestación del aceite de palma ha disminuido.
Otro ejemplo, en el contexto del Mandato del Agua de los Directores Generales del Pacto Mundial de las Naciones Unidas, más de 200 empresas participan en esfuerzos de colaboración con la sociedad civil, las organizaciones intergubernamentales y las comunidades afectadas para avanzar en la sustentabilidad del agua.
Ninguna compañía puede sobrevivir sin agua y se calcula que la mitad de la población mundial residirá en zonas con problemas de agua en 2025. Los inversionistas deben tomar nota de las firmas que comparten la inversión en la seguridad del agua y otros recursos naturales para proteger sus resultados.
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