La carrera espacial ya no es entre los gobiernos de Rusia y Estados Unidos, como sucedía en el siglo XX en medio de la Guerra Fría; ahora los protagonistas son los multimillonarios Elon Musk, Richard Branson y Jeff Bezos, que buscan ser los pioneros en ofrecer vuelos turísticos siderales que alcanzarán un valor de 605 mil millones de dólares (mdd) en 2029, según Statista.
Sin embargo, en esta “carrera” por liderar el nuevo mercado dejan de lado la huella ecológica que causarán los cohetes espaciales; cada que se lanza una nave a la estratosfera se emiten 100 veces más gases de efecto invernadero por pasajero que en un vuelo en avión comercial de larga distancia, según estima la University College London (UCL).
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“El impacto climático de estas emisiones es comparativamente mucho mayor que el de las terrestres. El carbono negro (que sueltan las naves) en la alta y media atmósfera tiene un efecto de calentamiento 500 veces mayor que a niveles próximos a la tierra”, explicó Eloise Marais, experta de UCL al portal de divulgación Open Mind de BBVA.
Por esto, los científicos a escala global están alarmados por el previsible crecimiento del turismo espacial —en vuelos tanto orbitales como suborbitales— por parte de compañías como SpaceX (Musk), Blue Origin (Bezos) o Virgin Galactic (Branson), y lo que implica para el cambio climático.
En conjunto, las tres compañías cuentan con fondos que suman 10 mil 412 millones de dólares, según datos del sistema Crunchbase, pero solo Virgin Galactic cotiza en el mercado bursátil de Londres, en Inglaterra, que es la firma fundada por Richard Branson.
Según el fondo de inversiones Wortev capital, el turismo espacial tiene un crecimiento exponencial que promete rendimientos atractivos, consecuencia de la demanda a largo plazo.
Un estudio de la NASA y The Aerospace Corporation pronostica que en cinco años se harán más de 1 mil viajes turísticos al año.
En 2020 empresas multinacionales de sectores como la agricultura, servicios financieros, logística e incluso gobierno invirtieron en el sector espacial, siendo la NASA el principal promotor de los proyectos de SpaceX.
El efecto de carbón negro
Hoy en día los lanzamientos espaciales expulsan gruesas capas de humo al salir rumbo al espacio, buena parte de esa nube se compone de vapor de agua que se diluye en la atmósfera.
Pero los motores de los cohetes espaciales queman también queroseno entre sus combustibles, que es ampliamente utilizado por la industria mundial de lanzamientos, y emite gases que contienen carbono negro.
Los investigadores de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA) de Estados Unidos señalan que este carbono negro, u hollín, se queda directamente en la estratosfera, donde está la capa de ozono que protege a todos los seres vivos de los impactos nocivos de la radiación ultravioleta.
Por lo que la alta permanencia del carbón negro, abre el riesgo de acabar con la capa de ozono y elevar los riesgos de cáncer de piel, debilitar los sistemas inmunológicos de los humanos, así como alteraciones en la agricultura y los ecosistemas.
El hollín, compuesto por diminutas partículas sólidas del grosor de un cabello humano, se adhiere, principalmente, en las zonas bajas e intermedias de los glaciares.
Esta sustancia forma parte de los llamados Contaminantes Climáticos de Vida Corta (CCVC), que tienen un importante potencial de calentamiento global y un tiempo de vida en la atmósfera más corto que el bióxido de carbono.
“Necesitamos aprender más sobre el impacto potencial de los motores que queman hidrocarburos en la estratosfera y en el clima en la superficie de la tierra”, comenta Christopher Maloney, científico investigador del Laboratorio de Ciencias Químicas de NOAA.
Maloney explica que las tasas de lanzamiento se triplicaron en las últimas décadas, y se prevé un crecimiento acelerado en los próximos 10 años.
Los cohetes son la única fuente directa de contaminación por aerosoles producidos por humanos sobre la troposfera, la región más baja de la atmósfera, que se extiende a una altura de aproximadamente 5 a 10 millas sobre la superficie de la Tierra.
Los investigadores usaron un modelo climático para simular el impacto de 10 mil toneladas métricas de contaminación por carbono negro inyectadas en la estratosfera sobre el hemisferio norte cada año durante medio siglo.
Encontraron que este nivel de actividad aumentaría las temperaturas anuales en la estratosfera entre 0.5 y 2 grados Celsius, lo que cambiaría los patrones de circulación global al reducir la velocidad de las corrientes.
Aunque hay estimaciones de que los cohetes emiten hasta mil toneladas de hollín al año, los investigadores advierten aún no se conoce bien las cantidades emitidas por los motores alimentados con hidrocarburos en todo el mundo.
En busca de solución
Aún hay empresas que siguen explorando soluciones para no frenar esta carrera entre millonarios, por lo que buscan experimentar con nuevos energéticos.
Una es la firma llamada Orbex Prime, que creó el combustible biopropano renovable que reduce las emisiones de carbono en 90 por ciento en comparación con los hidrocarburos tradicionales.
Sin embargo, al momento todos los esfuerzos son en modo de prueba, por lo que siguen las investigaciones para crear vehículos más amigables con el medio ambiente.
“Nuestro enfoque cuidadoso para la reducción del impacto ambiental mejora drásticamente la huella de carbono y el impacto del ciclo de vida del vehículo de lanzamiento Orbex y Prime está listo para convertirse en el primero de una nueva generación de sistemas de lanzamiento ultra ecológicos”, dijo la empresa Orbex Prime.
AMP