A confesión de parte

El poder del presidente no es ni ha sido nunca un asunto de personalidad pues, por muchas virtudes que tenga, no sustituye la legitimidad del Estado de derecho.

Sin Estado no hay presidente.
Nexos
Ciudad de México /

Por: Soledad Loaeza

Ilustración: Víctor Solís, cortesía de Nexos

Andrés Manuel López Obrador informó a la opinión pública que, después de hablar con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, dio personalmente la orden de suspender la operación en la que Ovidio Guzmán, hijo del Chapo, sería detenido. Dijo el presidente mexicano que había tratado el tema con el gabinete, y todos de seguro le dijeron que sí, que sí. Según dijo el presidente, se echó para atrás en esa decisión para evitar una batalla en la que, de acuerdo con sus cálculos, morirían 200 personas. Puede ser; pero, a mi manera de ver, cometió dos ofensas graves al cargo que ocupa y al Estado mexicano que ha protestado representar: primero, atribuyó al presidente Trump la autoridad moral para avalar lo que debió haber sido una decisión soberana; y segundo, puso a los narcotraficantes al nivel del ejército mexicano, como si la violencia de las huestes del Chapo Guzmán tuviera la misma legitimidad que las fuerzas armadas del Estado mexicano.

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