Por: Javier Cruz Ángulo
Ilustración: Alma Rosa Pacheco, cortesía de Nexos
El 6 de diciembre de 2022 inició el proceso legislativo de aproximadamente cuatrocientos artículos en seis leyes. Los proyectos de reformas legislativas se distribuyeron una vez que había iniciado la sesión en la Cámara de Diputados, dicho en otras palabras: los legisladores conocieron lo que iban a debatir, al mismo tiempo que se abrió la sesión para discutirlo. Todas y todos sabemos que nadie lee, analiza y reflexiona cuatrocientas disposiciones en minutos y menos se votan en unas cuantas horas (si el trabajo se hace a consciencia). El partido oficial simuló el proceso legislativo y, con ello, desfiguró a la democracia. Los votos que se otorgan sin conocer la iniciativa son votos artificiales, un simulacro democrático con la intención de favorecer a un sólo hombre por encima de una nación. La Suprema Corte anuló una parte del Plan B, y está programado que más adelante la Corte analice la constitucionalidad del resto de dicho plan. La mayoría de los ministros lo invalidó por violación al proceso legislativo, en este caso el corazón de dicho trámite: conocer y debatir las leyes que se van a votar. Las mayorías vuelven con el viejo cuento de que son millones, de que las formas no importan, y que ellos son el verdadero pueblo.