Por: Guillermo N. Murray Tortarolo
Ilustración: Patricio Betteo, cortesía de Nexos
Las evidencias científicas sobre el funcionamiento del bombardeo de nubes son muy dudosas y extraordinariamente dependientes del lugar donde se lleva. Su eficacia se ha probado de manera parcial únicamente en lugares fríos, donde ha demostrado aumentar ligeramente las nevadas invernales. Fuera de dichas regiones, su utilidad es completamente incierta, particularmente en sitios cálidos. En una revisión de más de 800 estudios sobre bombardeo de nubes, la Academia de las Ciencias de Estados Unidos (National Academy of Science), concluyó que este procedimiento no aumenta de manera significativa las precipitaciones, y aun en los pocos casos en los que parece que sí, la eficacia es menor a un aumento del 10 %. En otras palabras, el procedimiento no tiene respaldo científico y, aun cuando la ciencia estuviera equivocada —que parece poco probable—, su eficacia es prácticamente nula. Al final no existen soluciones mágicas para hacer frente a una baja en las precipitaciones. La tecnología actual para el manejo del clima está en pañales, con pruebas muy poco convincentes de su utilidad. Más aún, no acabamos de comprender todas las consecuencias que podría tener el tratar de modificar el clima a través de la geoingeniería.