Por: Maia F. Miret
Ilustración: Víctor Solís, cortesía de Nexos
Todos somos cartógrafos informales de nuestra ciudad. Y en una ciudad menos que perfecta, como la Ciudad de México, hay mucho que consagrar a la memoria. Quienes se mueven en automóvil o en bicicleta conocen entre unas docenas y algunos cientos de accidentes geográficos: un bache insidioso que se oculta tras un tope improvisado, la orografía de una calle arrugada por las fuerzas tectónicas del asfalto. Los peatones saben, por su lado, dónde hay registros abiertos (le han costado la vida al menos a uno), cruces imposibles, trayectos malolientes y calles peligrosas porque ahí asaltan o violan o roban.