Por: Raúl Zepeda Gil
Ilustración: Víctor Solís, cortesía de Nexos
La creciente participación de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) y la Secretaría de Marina (Semar) en tareas civiles que van más allá de la seguridad pública a lo largo de los últimos dos años anuncia otro tipo de intervención: los sesgos de la debilidad administrativa del Estado. En esencia, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha creado un discurso para justificar la idea de que los militares pueden cubrir percibidos vacíos administrativos (incluidos vacíos de vigilancia anticorrupción) con sus percibidas capacidades. Insisto en la palabra percepción: estamos hablando aquí de la interpretación sesgada de funcionarios y líderes políticos, no de la realidad material. He identificado tres sesgos principales en esta percepción: el sesgo logístico, el sesgo de la mano de obra, y el sesgo de la eficiencia. Son similares, pero no idénticos. Estos sesgos no implican que la Sedena o la Semar no puedan realizar estas tareas. Más bien son justificaciones que buscan explicar por qué no había otro cuerpo civil que pudiera realizarlas.