Por: Ángeles Mastretta
Ilustración: Gonzalo Tassier, cortesía de Nexos
Cuando esto pase voy a dejar de pensar qué nombre le hubiera yo puesto a mi primer hijo; cuál si hubiera sido mujer. ¿Florencia, Clara, Verónica, Cecilia, Inés? El aborto era entonces prohibitivo y secreto, penoso y culpable. Como sigue siendo en casi todo el país, porque este pleito de millones de años todavía no se gana siquiera en la cabeza de quienes legislan. Menos aún de quienes juzgan y gobiernan. Nada más que esto pase iré a las cascadas de Iguazú, y me quedaré un mes en Cozumel hablando con amigas que cuentan cuentos como quien dice albures. Voy a comer en el restorán de Arturo y en las chalupas de San Francisco. Voy a cruzar la ciudad en una bicicleta de tres ruedas. Pero, sobre cualquier encanto, volverán a comer en mi casa todos los que hambre tengan el domingo. O cualquier otro día. Volveré a ir en un barco, a vestirme de noche para ir a una ópera en la que cantará Pavarotti con María Callas.