Por: Adrián Acosta Silva
Ilustración: Patricio Betteo, cortesía de Nexos
El relato oficial de que se trata de pleitos entre criminales se ha vaciado de significado. Estamos frente a algo mucho más complejo y profundo de lo que indican las métricas de la violencia mexicana. El crimen se ha normalizado, naturalizado, internalizado, penetrado lentamente entre los huecos, grietas y entresijos económicos, culturales y políticos de la sociedad mexicana de los últimos años. Una sombra ominosa que deja un largo reguero de sangre, cadáveres y desapariciones, con personas que se aferran a la fe como única forma de tratar de comprender el horror y la desgracia. Veladoras y cirios, rezos e imploraciones, marchas e invocaciones desesperadas al cielo para tratar de entender lo que no tiene sentido, explicación ni justificación. Es la reaparición de las lamentaciones y reclamos del Job bíblico en los pueblos y ciudades de Los Altos de Jalisco en el siglo XXI.