Por: Ana Laura Martínez Gutiérrez
Ilustración: Raquel Moreno, cortesía de Nexos
En ambos desconocemos, en poca o mucha medida, las consecuencias de nuestras acciones, lo que dificulta nuestras decisiones y reduce nuestro bienestar. Si hoy tocamos el fuego y nos quemará en diez años, ¿aprenderemos a no tocarlo? Desgraciadamente, muchas de las decisiones que impactan nuestra calidad de vida, como el consumo de alimentos altos en calorías, las adicciones, las decisiones deshonestas, el ahorro, la inversión, entre muchas otras, presentan esta característica de separación entre la decisión y sus consecuencias, y están rodeadas de incertidumbre. Al enfocarnos en la vida financiera de las personas, observamos que muchas de las decisiones financieras que tomamos en nuestro día a día se dan en contextos de riesgo e incertidumbre. Ahorramos para el futuro sin saber exactamente dónde estaremos en quince o veinte años; gastamos en el presente sin saber cómo serán nuestros ingresos el próximo mes o el próximo año, prestamos dinero a familiares y amigos sin saber si nos lo pagarán, decidimos invertir en un negocio, etcétera. Esta incertidumbre dificulta nuestra toma de decisiones financieras y nos genera un alto nivel de estrés. Más aún: el estrés financiero se ve agravado en contextos de ingresos variables (como el caso de la mayoría de los mexicanos, en especial, mujeres y jóvenes), empleos informales y bajo uso de productos financieros. ¡Hasta la incertidumbre está desigualmente repartida en nuestro país!