Por: José Luis Lezama y Ana De Luca
Ilustración: Daniela Martín del Campo, cortesía de Nexos
La pandemia nos puso de relieve de manera material y al alcance de todas y todos que vivimos en un mundo insostenible, un mundo que enfrenta situaciones límites, poderosos límites ontológicos, éticos, y epistemológicos. Este virus refleja los límites de este mundo, el carácter devastador de su ser, pero también límites en su deber ser; una ética que simula la vida y esconde la muerte que promueve. El efecto de la crisis consiste en hacernos ver la vergonzante verdad de la relación moderna con la naturaleza humana y no humana, una patológica relación auto-aniquilante y devastadora de mundos de vida. Un orden social moderno que solo es sostenible de manera forzada, de manera artificial. Se sostiene, pero de manera precaria, barbárica, se prolonga solo alargando la devastación de la naturaleza, del trabajo humano y el sometimiento y degradación de la mujer y otros grupos marginados que le son funcionales y que determinan su insostenibilidad de fondo, arraigada en su más profunda estructura.