Por: Raúl Bravo Aduna
Ilustración: Patricio Betteo, cortesía de Nexos
Como todas las revoluciones industriales anteriores, la Cuarta Revolución Industrial traerá consigo ganadores y perdedores que en gran medida están determinados desde el punto de arranque, puesto que las desigualdades sistémicas que atraviesan la vida en el siglo XXI son buenos predictores de profecías autocumplidas. Las precondiciones que impone la 4IR dejan al descubierto que la mayoría de las demografías de países en desarrollo no tienen acceso, de entrada, a las tecnologías, conocimientos y ambientes para la digitalización completa de industrias y oficios. En el mejor de los casos, agravará los precariatos señalados por Johannessen; en el peor, los soslayará casi por completo. Peor todavía en un país como México, en el que la política industrial horizontal y transversal se antoja casi inexistente y requiere de décadas de esfuerzo, planeación y voluntad política para realizarse, para acaso poder implementarla en los márgenes de lo posible.