Por: Andrés Pola
Ilustración: Víctor Solís, cortesía de Nexos
Al candidato se le mira relajado. En su silla, se reclina cómodamente hacia atrás esperando con el pecho abierto que le vengan ataques que no le harán ninguna mella. Sus interlocutores insistirán que no le cuadran las cifras, que sus propuestas tienen ecos de 40 años atrás, que sus promesas no bastan. El candidato lo sabe. Es la tercera vez que compite por la presidencia y no se molestará en ofrecer cifras que cuadren, ideas novedosas o propuestas precisas para ilustrar cómo verá realizadas sus promesas. Se limita a repetir una suerte de letanía que ha construido por más de 12 años. Así ha transcurrido mucho de nuestra reciente vida democrática: sin diálogo real. Así transcurrió la última campaña presidencial en su conjunto. Algunos acusarán que se trata de una simulación. Quizá. En todo caso, he ahí la palabra.