Por: Soledad Loaeza
Ilustración: Ricardo Figueroa, cortesía de Nexos
La descuidada descalificación de instituciones no se refiere a entes abstractos, sino al trabajo, a la dedicación, muchas veces de años, de personas honestas que decidieron trabajar para ganarse la vida. ¿Con qué derecho Andrés Manuel López Obrador descarta sus esfuerzos, su carrera, toda una trayectoria de vida con un comentario sarcástico, medio irónico, nada gracioso? ¿Qué sienten, qué piensan los hijos de las personas que llevan años trabajando en una institución de la que se burla el presidente de la República, la ridiculiza y la acusa de ser un nido de corruptos? ¿Cómo ven a sus papás que todas las mañanas salen a trabajar a ese pozo de inmundicias que preside López Obrador? ¿Cómo valoran el trabajo? ¿Cómo ven el país en el que nacieron si el hombre más poderoso de México les dice que todo es corrupción? ¿Qué pensamos de una persona que a todas las preguntas que se le hacen, sobre diferentes y diversos temas, responde exactamente lo mismo? Cada mañanera es un ejercicio brutal de poder, López Obrador las disfruta como si fueran churros con chocolate porque puede decir lo que le venga en gana, sin ningún cuidado ni más apoyo que su palabra, porque puede acusar sin pruebas, denunciar, ridiculizar a los que no piensan como él y porque ofende y humilla a diestra y siniestra en televisión nacional.