Por: Emmanuel Rosas Chávez
Ilustración: Víctor Solís, cortesía de Nexos
Uno de los éxitos de López Obrador al haber adelantado la sucesión presidencial es que el proceso ha sido acaparado por sus posibles sucesores. Los partidos de la oposición no tienen claros sus candidatos y apenas han hecho planteamientos sobre el método con que habrán de seleccionarlo. Si a esto le sumamos el avance territorial de Morena, pareciera que desde 2018 el partido del obradorismo no ha atravesado ninguna crisis. Esto no fue así en 2020, cuando el partido estaba sumido en disputas internas por la renovación de su dirigencia. Se reclamaba la oligarquización de Morena al alejarse de sus bases, y una de las salidas que se proponía era la apertura del partido con institucionalización. La apertura acercaría el partido al pueblo y la institucionalización evitaría la formación de tribus, el reciclaje de la clase política y el control del partido por parte de las cúpulas.