Por: Maite Zubiaurre
Ilustración: Estelí Meza, cortesía de Nexos
Nunca olvidaré a ese muchacho que vi tendido sobre una camilla de la cámara frigorífica del Pima County Forensic Science Center, la morgue de Tucson, Arizona. Los forenses lo identificaron como “UBC” (“Undocumented Border Crosser” o migrante indocumentado) y le calcularon unos 17 años: era menudo, tenía la cabeza ladeada, un negro rizo sobre la frente y, tras los labios entreabiertos, el brillo de una dentadura muy blanca: parecía un niño dormido, también un Cristo doliente. Llevaba muerto apenas dos o tres días, quizá menos.