Por: Geraldine Castro
Ilustración: Adriana Quezada, cortesía de Nexos
Es común pensar en una versión inamovible de los árboles, tanto así que imaginar que sus copas tienen vuelo —aunque se trate del follaje volátil de un sauce— se siente poco probable y, sin embargo, se mueven. Crecer, responder al viento y alimentarse son tres inapelables pasos de baile para los árboles. Otras formas de cadencia son menos evidentes, entre las que destacan las modificaciones genéticas para adaptarse al entorno, la elección de sitios de distribución tratando de seguir el clima que les es familiar, o la desaparición, que resulta la actividad menos afortunada.