Por: José Woldenberg
Ilustración: Alberto Caudillo, cortesía de Nexos
Son preguntas básicas pero fundamentales. Y, por desgracia, da la impresión de que las respuestas son negativas. Sabemos, muestras hay de sobra, que no está acostumbrado a escuchar, a evaluar diagnósticos distintos al propio, a procesar lo que puede haber de verdad o de pertinente en otras expresiones. No parece delegar el estudio de cuestiones complejas (casi todas lo son), porque no valora el conocimiento y menos el conocimiento especializado. Da la impresión de que piensa que basta con las buenas intenciones. Al parecer, le importa —y mucho— demostrar quién tiene el poder (que nadie le discute), pero la deliberación, el intercambio de impresiones, el análisis colegiado no son lo suyo. Ha llegado a la presidencia y entiende que eso le otorga capacidad para mandar y punto. Y el corolario es que los demás deben obedecer.