Por: Jesús Rodríguez Zepeda
Ilustración: Víctor Solís, cortesía de Nexos
Hoy sería sorprendente que el Estado mexicano manifestara ante un organismo de Naciones Unidas como el Comité de discriminación racial, que en México no se discrimina. La negativa escandalizaría. Pero esta respuesta era lo común hasta los años noventa del siglo pasado. En efecto, el discurso de nuestros gobiernos hasta hace poco era la negación de esta fractura histórica que produce daños incalculables: la discriminación. Pues bien, el primer resultado de la existencia del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) es que hizo visible ese problema, nos confrontó con nuestras prácticas de discriminación y puso en duda la mitología del mestizaje triunfante, de la reconciliación identitaria, de la naturalidad de la familia patriarcal y de la unanimidad valorativa. El haber hecho ridículas e inverosímiles esas respuestas que, sin rubor, se pronunciaban desde el poder, justificaría por sí misma la existencia de esta institución. Pero hay más.