Por: Mariana Castro Azpíroz
Ilustración: Estelí Meza, cortesía de Nexos
Nuestra microbiota incluye a tantos seres que en conjunto representan aproximadamente: ¡un kilo de nuestro peso corporal! Los ambientes variados que proporciona el cuerpo humano permiten que una gran diversidad de microorganismos hallen un acogedor hogar. Tomando en cuenta solamente la piel, podemos encontrar zonas húmedas y calientes, como las axilas, manos y pies; regiones ricas en grasas, como la cara y el torso; y secciones frescas y secas, como las piernas. ¡Hay más microbios en la piel de una persona que seres humanos en el planeta Tierra! Nos ayudan a convertir las grasas en humectantes que a su vez forman una barrera de protección. También modifican el ambiente de la piel (qué tan ácido o alcalino es) y así impiden que crezcan organismos dañinos. Por ejemplo, Bacillus subtilis es una bacteria que se alimenta de las grasas y células muertas de la piel y libera una sustancia tóxica para los hongos que ocasionan el pie de atleta. Pero la mayor parte de la microbiota reside en los intestinos y es indispensable para que podamos seguir nuestro libreto.