Saturno devorando a sus hijos

México llevaba años con un Estado en franca rebelión contra sí mismo. La obsesión generalizada con la transparencia —aunque significara atar de manos a la burocracia— fue quizá su síntoma más importante.

El resultado de esta rebelión del Estado contra sí mismo está todavía por verse.
Nexos
Ciudad de México /

Por: Claudio Lomnitz

Ilustración: Patricio Betteo, cortesía de Nexos

Ahora tenemos a un presidente cercano, humano, con lenguaje y sentido común, al mando justamente de ese Estado distante e inhumano. Además, López Obrador está al frente del gobierno de un país que tiene fe en el Estado, que cree que si México tuviera un buen presidente se resolverían todos sus problemas. Que cree que todos sus problemas provienen del Estado. Que imagina que la sociedad es buena y el Estado es malo. Las mayorías han terminado por hacer suya la imagen del Estado todopoderoso, que por tantos años han vendido por igual intelectuales y periodistas, y todos los políticos de oposición, con Andrés Manuel López Obrador a la cabeza. Y ahora ese presidente tan y tan humano quiere gobernar.

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