Por: José Ignacio Lanzagorta García
Ilustración: Patricio Betteo, cortesía de Nexos
La 41º Marcha del Orgullo LGBTI el pasado sábado 29 de junio en la Ciudad de México, estaba impregnada de conmemoraciones simbólicamente pesadas. La primera y la más importante no era local, sino consistía en el homenaje al medio siglo de que ocurriera el evento que le dio origen a esta celebración: la resistencia a una redada en el bar Stonewall de Nueva York. La segunda eran los 40 años de tropicalizar en un capítulo mexicano la arenga estadounidense. Y la tercera era quizás la de mayor sabor local: habiendo hecho marchas anuales desde 1979, la de este año fue la edición 41, el más íntimo de los valores en nuestra numerología nacional. Así, de una sola pedrada conmemoramos 40 años (los ortodoxos dirán 41) de la consolidación de un movimiento chilango, 50 de un movimiento internacional y el baile de los 41 como emblema fundacional de las identidades homosexuales en México. Vale la pena, pues, repasar algunas notas sobre esto como evento en el espacio público.