Por: Louisa Reynolds
Fotografía: Louisa Reynolds, cortesía de Nexos.
En los grandes salones de la iglesia Park Hill United Methodist Church, en Denver, reverbera el eco de los gritos y risas de los tres hijos, menores de 10 años, de Araceli Velásquez. Mientras habla, los vigila, nerviosa, con el rabillo del ojo. Su encierro prolongado de casi tres años y ocho meses con tres niños rebosantes de energía, que corren, brincan y juegan a la pelota, ya la tiene desesperada. “Lo más difícil es… No poder salir con mis hijos y mi esposo como hacía antes. Aquí es como una cárcel, no puedo salir y me toca mirar por las ventanas, pero al menos tengo a mis hijos conmigo”, afirma Velásquez, de 30 años. En ocasiones, su voz nasal es apenas audible, debido al estruendo de la pelota de los niños, rebotando en la duela de madera.