Por: María del Carmen Nava Polina
Ilustración: Víctor Solís, cortesía de Nexos
La posibilidad de sesionar y decidir fuera de los parámetros presenciales que marcan las disposiciones constitucionales y parlamentarias debiera rebasar a la propia pandemia. ¿Queremos establecer nuevas reglas para dinamizar el trabajo parlamentario? ¿Qué implicaciones políticas habría para aprobar en remoto, reformas constitucionales, endeudamientos, presupuestos o designaciones? El riesgo no sólo es que la salud pública esté quebrada, sino que las legislaturas abandonen tanto la legalidad de su actuar como su facultad para fiscalizar el uso de los recursos públicos durante y después del covid-19. Incluso sería oportuno reflexionar si el apremio por la virtualidad pudiera diluir la esencia de los parlamentos: representar, llevar la voz, reunirse, contrastar y decidir por mayorías.
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