Por: Łukasz Czarnecki
Ilustración: Raquel Moreno, cortesía de Nexos
La guerra está llena de absurdos: Rusia lucha contra el nazismo, pero bombardea el monumento de Babi Yar dedicado a las víctimas del nazismo durante la Segunda Guerra Mundial. El hecho histórico se saca de contexto y no se sabe en qué espacio funciona. En cierto sentido esta guerra es anacrónica. Las armas de los soldados rusos recuerdan los tiempos de la Guerra Fría; en Rusia no hay comunicación, y la que existe manipula lo que realmente está pasando. La idea de Putin era decapitar Kiev durante las primeras 48 horas y establecer un “gobierno títere”, la misma táctica que empleó Stalin después de la Segunda Guerra Mundial en Bulgaria, Rumania, Checoslovaquia, Polonia, Hungría y la República Democrática Alemana. Putin también pensó que lo que está en marcha sería una repetición de 2014, cuando invadió Crimea y la anexión fue aceptada por la opinión internacional.