El avión salado

Jalisco /

Hay mucha gente supersticiosa. La superstición es una creencia en el destino o suerte de cada quien y se asocia con ideas de pensamiento mágico o metafísico.

Los supersticiosos, cuando pasa por su casa el afilador -un personaje citadino en vías de extinción- se apuran para colocar un poco de sal sobre su hombro izquierdo y con la mano derecha la sacuden hacia el suelo para que no les llegue la mala suerte; igual cuando rompen un espejo o pasan por debajo de una escalera, dicen con asombrosa seguridad que no quieren salarse.

Lo salado, es lo que no tiene buena suerte; mi tío abuelo, que tenía una tienda en el pueblo, decía que había un señor a quien le pedía que no se parara en la tienda porque el día que iba casi no vendía porque su sola presencia le salaba el día. Y pareciere ser cierto que hay gente con mala estrella. Ahí tenemos el ejemplo del Tango Negro, aquella triste canción que interpretaba Oscar Chávez.

En el lenguaje coloquial, a alguien a quien no se le vende su mercancía, a quien por más que lo intenta no gana ni rifas ni sorteos aunque sean de un solo número, los supersticiosos le dicen que está salado o que le hicieron un trabajo. Todo este exordio es obligado para tratar de entender que pasa con el avión presidencial.

 El flamante Boeing 787-8, el José María Morelos, adquirido en 2012 por el Presidente Calderón y que costó 218.7 millones de dólares fabricado por la empresa Boeing, tipo Dreamliner, y que hasta el mes de julio de 2020 tenía un costo de preservación de 1.7 millones de dólares más lo acumulado en 2021 y lo que llevamos de 2022, ese avión que tanto ha dado de que hablar, sigue entelarañado en el Hangar Presidencial.

Todo parece indicar que el avión presidencial está salado; nadie lo quiere, ni comprado, ni rifado, ni intercambiado; el Presidente que lo compró no lo usó, el que le siguió casi no lo utilizó y el actual no lo quiere usar porque dice que es hijo del neoliberalismo.

 Lo malo es que salado y todo, ahí está en el hangar solitario y triste ese carísimo gigante de los cielos esperando o bien un cliente, un ritual de desalación o que se acabe el sexenio a ver si el Presidente que sigue se anima a usarlo. 

Abel Campirano

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