La empatía es la capacidad que tiene una persona de comprender las emociones y los sentimientos de los demás, basada en el reconocimiento del otro como similar, es decir, como un individuo similar con mente propia.
Con mucha tristeza y decepción, ví en dias pasados, en la “Mañanera del pueblo” a una Presidenta nada empática, distante, incluso agresiva con “su pueblo”.
Una reportera le preguntó su opinión acerca de la terrible violencia que vive el pueblo Sinaloense, particularmente quienes viven en Culiacán y sus alrededores, y evasiva, la señora Claudia, le dijo a la reportera que mejor le preguntara a las autoridades de Estados Unidos, porque ellos eran los culpables de la susodicha violencia, por haber capturado a Ismael Zambada.
La reportera insistió, y la señora Claudia, haciendo valer su dominio del espacio y del tiempo, le dijo que mejor la reportera le diera la respuesta, y como es de suponerse la periodista no quiso irse sin una respuesta adecuada por parte de quien tiene todo el poder y es la Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas, pero se quedó con las ganas, porque la señora presidenta simplemente dio por terminada la conferencia.
Así de simple y así de fácil. Una modalidad distinta pero la misma esencia del anterior titular del ejecutivo federal, con el agravante de aquél que era burlesco, irónico y se hacía el desentendido. La actual, es una estatua de hielo, muy poco empática con su pueblo, se le ve distante, alejada, en su mundo, en sus ensoñaciones.
Me produce tristeza porque no creo que merezcamos los mexicanos una jefa de gobierno tan indiferente e incluso agresiva, porque dar por terminada la conferencia en medio de un cuestionamiento no habla bien de un verdadero estadista, y no vayamos tan lejos, de una persona educada y que presume doctorados.
La decepción se produce porque la verdad, cuando empezó a formar su gabinete, albergué esperanzas de un cambio en el manejo de los asuntos públicos, un cambio para bien, a pesar que en la gira de despedida de su antecesor siempre anduvo de acompañante, lo cual se me hacía impropio; pero la decepción se hizo evidente desde el mismo día de su toma de posesión, cuando entre otras faltas al protocolo, solícita, le besó la mano a Manuel Velasco Coello, cuando debiera haber sido al revés, primero por razón de etiqueta (el caballero debería hacerlo ante la dama) y segundo, por investidura (él es un simple legislador y ella la Primera Dama del país) pero la decepción se acentúa aún más, porque no ha resultado nada empática con los Sinaloenses, se limita a decir que no habrá guerra contra el narco, que se están haciendo investigaciones, que se reunirá con el gabinete de seguridad y las mismas frases de siempre, estereotipadas por su predecesor.
Una presidenta (como le gusta ser llamada) insensible con un pueblo sufrido, solo produce dolor, tristeza y una profunda decepción. Pero que no se olvide la señora Claudia que en tres años volveremos a las urnas con motivo de la revocación de mandato, que por cierto fue instituida por su antecesor, no por los neoliberales ni por los conservadores ni por sus adversarios, para que no se le vaya a ocurrir modificar la constitución.