Los dioses

Monterrey /

He estado leyendo sobre el origen del cristianismo. Durante el imperio romano existían una variedad de religiones y cultos y una cantidad enorme de dioses. El Mediterráneo era un hervidero de creencias y estaba en constante evolución. Pero después llegaron los cristianos y poco a poco se fue preformando esta religión que vemos hoy. De tener muchos dioses, en unos siglos se redujeron a uno solo. Y el tema de la multiplicidad de dioses quedó hasta el día de hoy relegado a un tema antropológico.

Por alguna razón que no termino de comprender, creer en muchos dioses simultáneos no es popular y hasta carece de sentido. Como si tuviéramos la certeza de que dios solo hay uno. ¿Por qué? Para mí tiene más sentido y es más divertido creer en varios, cada uno con características propias, como en la Grecia antigua. Pienso que sería entretenido rescatar algún tipo de politeísmo, pero no uno que resurja solo para contradecir la idea de que en el universo solo existe un dios, sino para plantear otras posibilidades. Preguntarnos, por ejemplo, no solo si han existido, existen –coexisten– o puedan existir otros universos.

A partir de ahí surgen más preguntas; en caso de existir varios universos, ya sean coexistentes o sucedáneos, ¿cada uno debe tener un solo dios o puede tener una colección de ellos? Pero también quiero saber a qué nos referimos cuando hablamos de dios, ¿es una entidad que crea universos o solo regula su funcionamiento? Si se trata de un mero administrador, ¿no se supone acaso que las leyes físicas implícitas e intrínsecas en esos cosmos son autosuficientes y por ende capaces de funcionar por sí mismos y sin la necesidad de un supervisor u operador? Sería algo así como el sistema nervioso autónomo, que regula funciones como la respiración y el movimiento peristáltico del tracto digestivo. En tal caso no se reconoce la presencia de un dios ni de nadie: las cosas funcionan por sí solas.

Puede ser que como se especuló en algún momento, que este dios solo tendría la labor de mantener ese –o esos– universos funcionando de manera óptima, como alguien que viendo que al reloj está por agotársele la energía del resorte acude prontamente a darle cuerda.

Y en cuanto al tema del comienzo y final de estos universos, tema escabroso y controvertido, habría que preguntarnos si de existir varios universos, todos siguen o contienen las mismas leyes o cada uno exhibe condiciones particulares. Si lo último fuera cierto, cabría la posibilidad de tener universos cíclicos o circulares donde el tiempo se comportaría como un capicúa, así el tiempo no tendría fin y tal universo estaría reciclándose constantemente. En otro escenario, veríamos un cosmos lineal, con un principio y un final abrupto y definitivo. Se me ocurre también que dos o más universos podrían chocar y fusionarse, creando fenómenos exóticos y procesos extravagantes.

En otro ejercicio mental, pienso en un universo donde el tiempo algunas veces retrocede, otras avanza y otras más se encuentra consigo mismo y se aniquila, resetéandose para crear una realidad sin memoria, sin historia, sin pasado y sin sentido, solo un presente confuso e incierto y, peor: inconsecuente. Una realidad de inmediateces constantes e inconexas.

Volviendo a dios, nos cuesta trabajo pensar que el cosmos pueda no tener ni necesitar a un ser único con las propiedades que le hemos asignado. Por falta de imaginación o ciencia, no lo sé, pero insisto en que puede ser más provechoso tener muchos dioses vagando por el espacio que un anciano decrépito, aburrido y gruñón pensando en cómo castigarnos por pecados inventados por nosotros mismos. El universo es un sitio muy grande y misterioso, y cualquier cosa es posible en él, no hay que limitarnos a reducciones y simplificaciones primitivas y pueriles.

Por lo pronto, todas nuestras elucubraciones sobre dios o dioses no son más que una interesante y divertida amalgama entre religión, ciencia y una buena cucharada sopera de imaginación.

Literatura, pues.


  • Adrián Herrera
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