Lee uno cada historia. Ayer me entero de un campeón de carreras de motos que un buen día lo dejó todo y se largó. Este amigo lo tenía todo: una trayectoria deportiva, dinero, familia, novia, amigos y, además, era modelo. Entonces le llegó esta idea fenomenal de salir de España, caminando descalzo, para ir a Pakistán. En una entrevista declaró que “se sentía atrapado” y que había llegado la hora de “enterrar” a su antiguo Yo para buscar otra motivación, otro estilo de vida. Y a tal grado lo hizo que hasta se cambió el nombre: ahora se hace llamar Isaac. Nuestro amigo cuenta que hace unos años tuvo un accidente de motocicleta, sufrió fracturas y golpes, y aparentemente este evento lo habría llevado a descubrir a Alá. Según dice, caminar descalzo por las montañas de Pakistán es una forma de ralentizar el tiempo y de alabar a dios. Pero la historia no termina ahí; cuando lo del covid, comenzó a publicar en su cuenta de redes sociales que las vacunas eran peligrosas y que atentaban contra nuestra salud. En un video se le aprecia caminando por una carretera en un valle rodeado de montañas. Trae rastas, una mochila, ropa roída y sucia, y un aspecto inconfundible: un teporocho, sin más. Le hacen preguntas y contesta como ido, como arrebatado, como los hippies de los sesenta. Algunos medios lo exhiben como un “turista español que camina descalzo entre las montañas”. Pues no: no es un turista, es un alucinado que ha tenido una crisis existencial muy seria y no ha sabido manejarla.
Mire, hay gente que sencillamente no puede con la realidad. No son capaces de procesar de manera efectiva y fría la información que reciben ni pueden reaccionar adecuadamente ante las presiones y pulsiones cotidianas. Se flipan, sin más. Esta historia me recordó tanto a la escena donde Tom Hanks, interpretando a Forrest Gump, se la pasa trotando sin sentido por una carretera solitaria a mitad del desierto.
Hay otra historia. Se trata de una chica que estudió filosofía, pero que ahora colecciona imanes para el refrigerador. Esto que le digo es cierto. Oh por Dios, al ver la cantidad de seguidores que tiene pensé que era porque había escrito un libro que tuviera que ver justamente con eso, con la filosofía, pero no: tremenda e irrefrenable manga de estúpidos la siguen porque colecciona imanes para la puerta del refrigerador, y esto parece otorgarles algún tipo de sensación de trascendencia, algún tipo de revelación. Pero a quien debemos cuestionar es a la Universidad que le ha concedido el título profesional, porque el resultado de esa educación es obvio. Y también habrá que cuestionar al reportero que confeccionó la nota y preguntarle en qué momento le pareció que eso era algo importante. ¿Se nos han terminado las ideas para crear buenos artículos? Por lo visto sí. Eso o no entendí que coleccionar imanes para el frigorífico es un proceso de introspección y deliberación que nos llevará a experimentar una epifanía o a descubrir una verdad absoluta, trascendente, sublime, universal. Quién sabe. Lo cierto es que entregarse de lleno a lo banal, a lo superfluo, rehúye la reflexión. Las nimiedades son aquí un escape y pronto se vuelven una forma de vida. Es una flagrante negación a todo lo que puede a llegar a ser importante para nosotros. Adherirse a todas estas chiflazones, disparates y jaladas es un acto de comedia pura. Porque la comedia, para que sea creíble y efectiva, debe tener un toque de tragedia y absurdo detrás, algo que descubra la patética existencia de las personas, el fracaso contundente de todos sus esfuerzos por llevar una vida coherente y productiva.
Bueno, pues lo mejor de casos de este tipo es, sin meterle mucho al asunto de la psicología, tomarse unas buenas vacaciones en un sitio tranquilo y soleado, regresar al trabajo y dejarse de pendejadas.
Pero bueno, quizá la solución sea unir a la filósofa de los imanes y al teporocho desubicado, y tal vez se pongan de acuerdo y encuentren un punto medio donde descubran algo sólido que les dé sentido a sus extrañas, aburridas y disparatadas vidas.