Cada sexenio elegimos al presidente de la República con la esperanza de que nos irá mejor, pero terminamos desilusionados.
En 2000 acabamos con el monopolio del PRI, para dar paso a la ilusión del cambio con Fox del PAN. Un candidato carismático resultó ser un tibio presidente pues no logró los cambios ordenados por el mandato popular.
Calderón en 2006 resultó electo por un cuestionado estrecho margen y, para tratar de legitimarse, recurrió al frontal combate a la delincuencia organizada que resultó todo un fracaso.
En 2012 se movió el péndulo, ahora con el regreso del PRI a Los Pinos en la persona de Peña Nieto, bajo la creencia de que, aunque roban, hacían bien las cosas. Y a eso se dedicaron, a robar.
En 2018 se movió el péndulo a la izquierda con la llegada de López Obrador. Hubo logros notables como la pensión universal de adultos mayores y el aumento del salario mínimo. Dotado de mucha labia engañosa, fueron malos los resultados en materia de corrupción, impunidad, seguridad, salud, educación, derecho, eficiencia, etc.
Ahora en 2024, ante este desalentador panorama, los ciudadanos indecisos todavía nos planteamos por quién votar a tres días de la elección. Y el alto número de indecisos podría definir el resultado de los comicios.
En el único restaurante que tenemos, “México”, ya probamos todos los platos políticos del menú. Ninguno nos gustó del todo y no queremos repetir la misma sopa cada sexenio, así que las posibilidades de elección son muy limitadas. Tampoco la abstención o el ayuno es aceptable.
Estamos hartos de los malos cocineros de Morena, PRI y PAN y de sus pinches vividores del PVEM, MC y del PT. Ya no queremos la misma sopa con cambio de letras que al final sabe igual.
Tampoco queremos que nos digan que “el arroz ya se coció”, que nos impongan un plato, cuando no lo hemos ordenado.
En estas deplorables circunstancias ¿por quién podríamos votar?
Habrá que votar por el plato menos malo y a continuación formar un nuevo partido político con miras al 2030, ajeno a las lacras y miseria de la política actual.
No podemos cambiar de país, pero sí podemos cambiar al país.
Se puede cambiar al país creando un nuevo partido formado por ciudadanos preparados y experimentados en busca del bien común y la justicia.
Se podrá cambiar al país con una mejor educación pública para formar ciudadanos libres e informados que sepan discernir entre el bien y el mal, que voten por un gobierno de personas capaces y honradas.
Sin buenos ciudadanos no hay buenos gobiernos.
México necesita instaurar un gobierno de los mejores ciudadanos (una “aristocracia” en el significado original de Platón no como sinónimo de elitismo) al servicio de todos, especialmente de los más necesitados.
Queremos un gobierno elegido democráticamente que no le tenga miedo a la democracia, respetuoso del equilibrio de poderes, de la autonomía de las instituciones, del imperio de la ley.
Queremos un Estado de progreso, bienestar y seguridad donde todos podamos vivir mejor y en paz.
Queremos un México donde quepan todos los mexicanos, libre de odio maniqueo, sin el dogmatismo atizado por quienes solo piensan ganar votos en la próxima elección y no en el bienestar duradero de la nación.
Queremos un país responsable y activo en el mundo, respetuoso del derecho internacional, los derechos humanos y la cooperación, impulsado por el orgullo de ser un México democrático y no cómplice de dictaduras.
A votar el 2 de junio.