La Secretaría de Relaciones Exteriores y las representaciones de México en el exterior carecen desde hace varios años del presupuesto necesario para cumplir eficientemente con mayores programas y objetivos.
En la sede central de la SRE se ha llegado al extremo de, aunque usted no lo crea, cancelar el aire acondicionado, limitar el uso de elevadores y disminuir el suministro de los sanitarios.
Mientras crece la carga de trabajo disminuye el poder adquisitivo de los salarios, lo cual ha generado el comprensible malestar del personal de la Cancillería, de los diplomáticos, técnicos administrativos y empleados locales.
La principal causa de las quejas laborales se debe a la negativa de autorizar la compensación proporcional a la inflación del sueldo que las autoridades administrativas tratan de justificar por la “insuficiencia presupuestaria”, la “austeridad republicana” o los principios de “eficiencia, eficacia, economía, transparencia y honradez”.
El presupuesto de la SRE es uno de los más bajos del Poder Ejecutivo y los recientes titulares no han tenido el interés ni la voluntad política de adecuarlo a las necesidades del Servicio Exterior Mexicano, a excepción, hay que reconocerlo, de Rosario Green y de Luis Videgaray.
Es injusto el estereotipo del supuesto despilfarro de las representaciones diplomáticas y consulares, pues se esfuerzan con disciplina en brindar protección a nuestros connacionales a pesar de los escasos recursos humanos y materiales.
Mientras que la SRE habla de un México con sentido social en beneficio de los menos favorecidos, la embajada de México en Honduras desdeñó a los empleados locales que desde hace 15 años no han recibido el ajuste salarial proporcional a la inflación.
Por ello, la paciencia de los trabajadores hondureños está a punto de agotarse y se han unido para exigir sus derechos de acuerdo con la legislación laboral de Honduras, pues de lo contrario podrían suspender labores como protesta, lo que afectaría los servicios de la embajada en Tegucigalpa a nacionales y extranjeros.
Un paro sería bochornoso para México. Mientras la embajada regatea incrementos a apenas 15 empleados locales, el gobierno de México destina a decenas de miles de hondureños millones de dólares, inscritos en los proyectos Sembrando Vida y Jóvenes Construyendo el Futuro.
Sin los empleados locales, las embajadas y consulados simplemente no podrían funcionar.
Meterse en honduras significa “tratar de cosas profundas y dificultosas, sin tener bastante conocimiento de ellas”, según el Diccionario de la lengua castellana.
Tal parece que la embajada de México en Honduras se metió en… honduras con los empleados hondureños al no haber atendido desde el principio sus demandas por los bajos salarios.
Esperemos que se respeten sus derechos humanos y laborales en Honduras y que no sufran represalias.