En el mural México de hoy y mañana de Diego Rivera en el Palacio Nacional, el artista plasmó en 1935 su particular visión de un futuro marxista para el país, siendo presidente Lázaro Cárdenas.
Al dirigirse a un grupo de campesinos y obreros, la figura de Carlos Marx señala el horizonte de un rojo amanecer, mientras que muestra un texto sobre la lucha de clases.
En la propaganda comunista de Rivera, el signo del dólar domina el cuadro negativo de los capitalistas extranjeros invirtiendo en México.
Esta es la obsoleta escena sobre el marxismo, modelo fracasado, que Andrés Manuel López Obrador mostró a su sucesora, Claudia Sheinbaum, antes de que ella ingresara a la conferencia de prensa, donde ratificó el proyecto de la reforma judicial, edulcorada con consultas, pero los mercados continuaron escépticos y el peso cayó mientras hablaba.
La visita al mural en la escalinata del Palacio Nacional fue difundida sin contexto por medio de una fotografía de la Secretaría de Gobernación, donde ambos sonríen, frente a un fresco sin identificar.
Sin embargo, al hacer el análisis de la imagen, este columnista comprobó que ambos personajes contemplan el fresco sobre el paraíso comunista idealizado por Rivera, modelo en el cual muchos seguidores de AMLO siguen creyendo.
La observación del columnista parece inocua pero no lo es, pues en política nada es casual. A López Obrador le fascinan los símbolos y así le da línea a la virtual presidenta de México.
“Los mercados no están por encima de la justicia”, había declarado antes López Obrador al urgir la aprobación en septiembre de los proyectos constitucionales.
Si bien es cierto que la corrupción está muy extendida en el Poder Judicial, en realidad lo que busca AMLO no es limpiarlo sino someterlo.
El combate a la corrupción no es más que una coartada para debilitar a las instituciones independientes en materia de transparencia, regulación y justicia.
En este contexto, es lamentable observar que la principal resistencia al autoritarismo no provenga del interior, de los propios mexicanos, sino del exterior, de los extranjeros.
Ha sido el temor de los inversionistas extranjeros y la devaluación del peso lo único que preocupa al gobierno saliente y al entrante.
Sin embargo, sí se notan diferencias de forma, aunque no de fondo, en el manejo de las controvertidas reformas constitucionales por parte de la futura mandataria, pues finalmente las consecuencias deberá enfrentarlas Sheinbaum y no López Obrador.
Existe una peligrosa euforia postelectoral de Morena que está impulsando el avasallamiento antidemocrático de controlar el Congreso por la ilegal sobrerrepresentación para reformar la Constitución y gobernar sin cortapisa alguna.
Tal parece que la transición de gobierno no será tranquila ni tersa a pesar de que ambos equipos pertenecen al mismo partido. El equipo saliente tiende al autoritarismo disfrazado de populismo, mientras que el entrante muestra una actitud responsable y de diálogo.
López Obrador está ahogando a Sheinbaum no solo con sus gestos afectuosos sino con sus declaraciones contradictorias.
Se permite acotarla en público y hacerse acompañar de ella en próximas giras, para evidenciar que por lo pronto él sigue mandando.