El jueves, hace una semana, advertimos a Claudia Sheinbaum:
“Sería un grave error de lesa patria confiar en quienes carecieron del valor de defender el honor de México, escondieron sus mentiras y callaron ante los insultos de Trump a los mexicanos, tal como lo denunciamos en esta columna desde el principio”.
Me refería al silencio de Andrés Manuel López Obrador ante las ofensas de Trump a los mexicanos y al entreguismo de Marcelo Ebrard, documentado con datos duros, testimonios fidedignos y libros de autores confiables.
No se olvida que el 15 de noviembre de 2018 en Houston, Ebrard cedió gratis a Estados Unidos el programa Quédate en México solicitado por Mike Pompeo, como lo festinó Trump, con las consecuencias negativas para nuestro país.
Ebrard sentó un antecedente legal que compromete al futuro gobierno y trató de ocultar a los mexicanos el oprobioso acuerdo al pedir al secretario de Estado declarar que era un programa unilateral de Estados Unidos, aplicado sin la autorización de México, para no pasar a la historia como un vendepatria.
Por ello, resulta grotesco que Ebrard se haya puesto el saco por alguna ofensa de Trump que no estaba dirigida a él y diga que ahora sí defenderá los intereses de México “con toda dignidad y firmeza”.
A Ebrard hay que juzgarlo no por lo que dice, sino por lo que hizo y dejó de hacer.
Nadie olvida que antepuso sus intereses personales como secretario de Relaciones Exteriores para proyectar su imagen como presidenciable y tomarse selfies junto a mandatarios extranjeros, sin beneficio para México.
¿Dónde están los 8 mil millones de dólares prometidos por EU en México y Centroamérica?, ¿la demanda contra los fabricantes de armas?, ¿el acuerdo global con la Unión Europea?, ¿la inversión de Tesla?, ¿los Juegos Olímpicos en México?, ¿el fin de la OEA?, etc.
Sheinbaum tiene derecho a opinar como le plazca de Ebrard, por algo lo nombró, pero después de haberla acusado de fraude electoral resulta increíble afirmar que vaya a ser “un gran secretario”.
La futura presidenta se vio vulnerable por el fiasco de defender a Ebrard por confusos insultos de Trump. Sheinbaum debió limitarse a defender la soberanía de México, nada más, y dejar a Ebrard responder por alusiones personales.
El equipo de política exterior de Sheinbaum está ligado a Ebrard. Juan Ramón de la Fuente, futuro secretario de Relaciones Exteriores, se rodeó de asesores cercanos al ex canciller, como Alfonso Zegbe y Efraín Guadarrama.
Ebrard renunció a la SRE, pero ahí sigue buena parte del ebrardismo. El bisoño encargado de la relación con Estados Unidos, Roberto Velasco, reputado colaborador del ex canciller, ya hace alardes de su presunto nombramiento como próximo embajador en Washington.
Ante este panorama, uno se pregunta si la política exterior de Sheinbaum la controlará Ebrard desde la secretaría de Economía, con el pretexto de la revisión del T-MEC, y Juan Ramón de la Fuente ¿qué hará?