Lotería tapatía (cuarta parte)

  • Doble P: Periodismo y Política
  • Alan Ruíz Galicia

Jalisco /

El rapero!

El freestyle es poesía en tiempo real. Es un fuego que enciende las palabras y las forja al rojo vivo. Se trata de un arte que consiste en crear versos y rimas al instante, con la presión de hacerlo frente a un público, con un rival que usará lo que digas en tu contra y con el estrés de tener que hacerlo en un minuto. El freestyle combina creatividad verbal con aspectos performativos como la entonación, ritmo y proyección escénica, lo que lo acerca al teatro y al spoken word. En mi opinión esta práctica ha democratizado el acceso a la poesía, de manera que millones de jóvenes, que conocen las dificultades, peligros y alegrías de la existencia urbana, han encontrado en esta cultura una forma de expresión creativa y catártica.

Si es difícil escribir versos, “componerlos en el aire” es un reto mayúsculo, al alcance de muy pocos. Conocí a uno de ellos, quien ha creado frases al momento como esta: “venimos desde abajo, desde el cemento // ahí están mis sonrisas y mis lamentos // por eso estoy orgulloso del pavimento// lo mejor que hice fue convertir la calle en templo”. Su nombre es Rapder, AKA Eder Ernesto Lozano Arias, quien tiene 29 años y es originario de Guadalajara. Es tricampeón nacional y campeón internacional de Red Bull Batalla, la competición de hip hop freestyle más importante de habla hispana. Rapder ha logrado llegar a lo más alto en la disciplina con un estilo agresivo y confrontativo, “punchlines” demoledores (son frases o argumentos impactantes y contundentes sobre el rival) así como una gran fluidez y versatilidad para adaptarse a diferentes ritmos y temáticas.

Hace un par de semanas Rapder regresó a Guadalajara, donde se llevó a cabo una fecha de la FMS (Freestyle Master Series), una liga profesional de freestyle en la que los participantes compiten entre sí durante una temporada completa y acumulan puntos para determinar al campeón. Logré acercarme a él después de cruzar una fila de fans que le pedían fotos y autógrafos. Quise hablar de muchas cosas, pero me centré en mis dos preguntas más importantes: la primera es por qué cree que no ha logrado consolidarse como un ídolo, a pesar de ser campeón internacional, ya que no tiene la popularidad ni la fama de otros raperos, que son más seguidos incluso sin haber alcanzado los campeonatos que él ha conseguido. Me respondió: “yo trabajo para que mi familia esté bien, y vivimos gracias al rap. Quien se quiera subir a este barco, bienvenido, y quien no, no me interesa”. Para disminuir la tensión, cambié el tema a la comida típica de Guadalajara. Antes de irme, le pregunté lo que de verdad vine a decirle: él ha improvisado al máximo nivel durante años, ha aprendido de los mejores, ha recorrido el mundo y ha escuchado miles de rimas y a cientos de competidores de distintas nacionalidades y con los más diversos estilos. Necesito que me diga, con toda su experiencia acumulada, cuál es el momento que más disfruta al rapear, cuando alcanza la plenitud, cuando llega a “la zona” o estado de gracia que el arte de improvisar reserva a unos pocos. Rapder me responde al instante, a la misma velocidad relampagueante que utiliza en las competencias, y con una sonrisa cómplice declara: “¿Mi momento preferido al rapear? Cuando me pagan”.

¡La bicicleta!

En la Vía Recreativa se pueden ver corredores, patinetas, patines, carriolas, sillas de ruedas, perros, niños, abuelos, músicos, atletas, influencers, paseantes, familias tradicionales, mariguanos, políticos, cholos, señoras fifís, artistas, amantes del yoga, ratas, tamboreros, pájaros, mecánicos, testigos de jehová, ajedrecistas, hula hoopers, whitexicans, vendedores, turistas, activistas, fotógrafos aficionados, lectores ambulantes, policías y bocineros, pero en todo este paisaje urbano la figura central es la bicicleta.

La bicicleta puede ser considerada como un medio de transporte, una forma de hacer ejercicio, un vehículo para la contemplación, una compañía de aventuras, una invitación al encuentro, una conexión entre el ser humano y la naturaleza, un símbolo de resistencia ecológica, un baile con el paisaje o una meditación en movimiento. Mi bicicleta tiene dos ruedas: placer y libertad, pero no tiene frenos.

La Vía Recreativa es un espacio para imaginar otra ciudad. Me gusta que cada domingo la diversidad sea la protagonista y que siempre hay grupos de niños que juegan a hacer “caballitos” con la alegría y la imprudencia de la felicidad, sin saber aún que habita en los pequeños actos y que da alas que están hechas con plumas efímeras. 

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