La madre siempre tiene la razón

  • Columna de Alberto Isaac Mendoza Torres
  • Alberto Isaac Mendoza Torres

Puebla /

Unas imágenes que circularon recientemente en redes sociales llamaron mi atención. Se trata de unos niños jugando en El Zócalo de la ciudad de Puebla con una figura en bronce de un cocodrilo. El autor de esta publicación se mostraba sorprendido de que los pequeños estuvieran tan cándidos montados en una obra de Leonora Carrington. Semejante herejía no se puede cometer y salir impune.

La escultura en cuestión es Mother is always right, que la artista británico-mexicana concluyó un año antes de su muerte. Y en efecto, es un enorme cocodrilo con las fauces cerradas y los ojos hipnóticos como quien intenta atraer una presa. Pero no es muy diferente a los animales de cemento que hay en algunos parques públicos invitando a los menores a que los monten, escalen y domen.

Es ampliamente conocida la relación que tuvo Carrington con el psicoanálisis. Incluso me parece que la suya, a diferencia de otros artistas surrealistas que también se acercaron a esta disciplina psi, fue una vivencia netamente transferencial, es decir que no atravesó por un análisis como un acto intelectual sino por el dolor del alma.

Ignoro cuál haya sido el motivo que la llevó a esculpir esta obra en el ocaso de su vida. Pero podría imaginar que algo tiene que ver con la presencia totalizadora de la madre. Si la madre nunca se equivoca, querría decir que solo podríamos entender la vida a través de sus palabras.

Para explicar como es el deseo de la madre en relación con sus hijos, Lacan recurre precisamente a la figura del cocodrilo, un animal que lleva a sus crías cuando son bebés, entre sus fauces. Sabemos que esto podría ser aterrador para cualquiera, ya que su mordida es muy fuerte y sus mandíbulas se cierran rápidamente.

En la construcción de su concepto introduce el término “ravage”, que en francés hace referencia a la devastación, a la destrucción. Lo cual equivaldría a decir que el deseo materno engendraría un sujeto devastado.

Vale decir que en el psicoanálisis con “ñ” se ha traducido “ravage” como estrago, por eso es común escuchar hablar de la madre estrago.

Esa madre estrago es la que a menudo está recostada en el diván hablando a través de la articulación de las palabras en los pacientes. Invariablemente los pacientes acaban hablando de su madre, sin importar por lo que hayan llegado ese día. Para ser más claro de lo que hablan es del deseo materno y como los ha constituido como sujetos. Cuando hablo de madre, me refiero sin dudar a quien ejerce esa función, independientemente de la posición que tenga en el árbol genealógico.

Hay un chiste que narra la charla de dos madres judías. Una le dice a la otra que se siente orgullosa y satisfecha porque tiene un hijo que es médico, especialista en cáncer y gana mucho dinero. La otra le responde que a ella le va mejor porque su hijo va dos veces por semana con el psicoanalista y siempre habla de ella.

Se que no fue la intención del autor de esa postal al mostrar su escándalo porque unos niños jugaban sobre el cocodrilo, pero lo que escribo al inicio es cierto, no se puede jugar con el deseo materno y salir ileso. Leonora Carrington lo supo, la madre siempre tiene la razón.

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