Mucho amor para dar

  • Columna de Alberto Isaac Mendoza Torres
  • Alberto Isaac Mendoza Torres

Puebla /

Parece un común denominador entre las personas que llegan a terapia, ya sea por una reciente ruptura amorosa o que en el mismo proceso analítico concluyen una relación reciente o de muchos años, el sentir que no tendrán ni en el corto, mediano o largo plazo una mínima posibilidad de volver a amar.

Ante este escenario terrible, porque de hecho lo es, no tener la posibilidad de volver a amar equivaldría a tener la obligación de aceptar una vida vegetativa, suponiendo incluso que las plantas no tuvieran algún tipo de vínculo con las de su especie o incluso con otras que no lo son, y parece que también ellas logran hacer estas conexiones en cierto modo y nivel, aparece un reclamo lanzado al mundo: ¡tengo tanto amor para dar!

Esta queja que se repite una y otra vez anuda la descripción de una persona dispuesta ha regalar el último latido de su corazón a quien sea capaz de reconocer en ellos al ser más amoroso, abnegado y transparente que haya pisado este planeta. Y puede que lo sean, pero ese no es el punto, aquí la cuestión en conflicto es que a pesar de que se les presentan ocasiones para dar todo el amor que tienen lo que sucede en los hechos es que lo niegan o cuando más, lo regatean.

Se les cruzan por su camino personas que no son dignas de recibir esa reserva mundial de amor de la cual dicen ser celosos guardianes, ya sea por una u otra característica del presunto objeto a amar se convierte en una persona que no es merecedora de adquirir esa categoría. Parafraseando a Freud podríamos decir que estos son pacientes “que enferman por no poder amar y enferman cuando aman”, neuróticos pues.

Ahora bien para la cuestión clínica es de vital importancia, porque el amor lo es, es vital, debemos entender que el amor no es la idea capitalista de posesión e intercambio, no gana intereses a plazo fijo y sobre todo el amor no paga el amor, es decir no por darlo se va a recibir un bien a cambio, como cuando se compra algo, esperamos recibir un objeto que satisfaga nuestra necesidades pero sobre todo se encuentre en el nivel imaginario de lo que pagamos por él, es decir si pagamos poco esperamos recibir poco y si pagamos mucho esperamos recibir mucho. No, así no funciona el amor.

El amor no es un asunto de elección, por el contrario, como lo dice el genial Cortázar en su capítulo 93 de Rayuela “…(es) un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio”. Entonces suponiendo sin conceder como dicen los abogados, si tienen esa gran reserva amorosa, se la darían no a quien cumpla los requisitos del checklist con los que les mandaron sus cuidadores a la vida, sino que simple y sencillamente se lo entregarían sin chistar al rayo que les partió los huesos a mitad del patio, y luego vendrían a llorar a la consulta por ese dolor causado sin que lo pudieran advertir, porque ni el trueno escucharon. ¡Eso es amor!

Y vamos más a fondo con la cuestión, dice Freud que amar es básicamente desear ser amado. Cuando se dice “tengo mucho amor para dar”, en realidad lo que se está manifestando es quiero que me den mucho amor. Existe un profundo deseo de ser el objeto central y exclusivo del deseo del otro, de ser esa causa, esa fuente, que despierte en el otro todas las fuerzas que mantienen latiendo su corazón, ser la vida misma y no en un sentido metafórico.

Podríamos decirlo, con Freud, que esta es la manifestación más acabada del narcisismo. No nos enamoramos como dice Cortázar, sino que buscamos enamorarnos, elegir de quien nos enamoramos, siempre de quien proyecte una imagen ideal de lo que pensamos que nos falta o de lo que deseamos ser, o de lo que nos dijeron que deberíamos ser. Al poseer al otro simbólicamente a través del “amor” genera la falsa ilusión de poder reconquistar o alcanzar esa imagen soñada, completándonos a nosotros mismos, reconociendo en el espejo a un Yo al que sí queremos o podemos aceptar.

Solo como punto final advertir, como lo he hecho en otras ocasiones, el narcisismo no es una cuestión patológica de hecho es una cuestión de vida o muerte, solo para el caso clínico es importante saber como es que ese narciso, ese Yo se formó, para tratar de acercarnos a las fuentes del dolor y tratar de entablar un diálogo con ellas.


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