Se escribe romantizar, pero se lee moralizar

  • Columna de Alberto Isaac Mendoza Torres
  • Alberto Isaac Mendoza Torres

Puebla /

Se dice que la clínica psicoanalítica es la clínica del amor. Que lo que cura -en el sentido en el que lo entiende el psicoanálisis- es el amor.

La manera en la que el paciente se vincula con su analista es lo que posibilitará, retrasará o impedirá que haya movimiento de lugar, de la posición del sufrimiento a la del bien-siendo.

En términos comunes estaríamos hablando que el paciente se enamorará de su psicoanalista.

Hagamos la primera pausa.

No se trata de un amor de la identificación que prioriza la satisfacción de las demandas narcisistas, como el primero que conocimos al nacer y que, en muchos sino es que todos los casos, tratamos de repetir a lo largo de la vida y de nuestro intento de vincularnos con los demás.

Si genera ruido leer que el paciente debe enamorarse de quien le da terapia es precisamente porque nuestro concepto del amor está por decir lo menos, devaluado y vapuleado. Parafraseando a la canción podríamos afirmar que el amor se nos desgastó de tanto usarlo.

Luego entonces, es desde este lugar, del reconocimiento de que el amor ha perdido su valor original, en el que quiero que caminemos durante esta colaboración.

Y digo que se desgastó porque ahora el amor no es capaz de sostener los lazos que, en la antigüedad, según los griegos, existían gracias a su presencia. Iban, claro está desde los intercambios eróticos -también entendido el erotismo en su sentido más amplio y profundo- hasta las fiestas entre amigos.

Es el uso, pero sobre todo el abuso, lo que ha corrompido este concepto hasta degradarlo a un mero adjetivo que se emplea en muchas frases pero que no dice nada, como mera palabra vacía.

Hoy para decir que hemos incorporado a nuestra vida cotidiana procederes que antaño eran objeto de condena o cuando menos de revisión, mencionamos que “se ha romantizado”. Es decir que han pasado por la aduana del amor para volver sublime lo que solo es prosaico. Aquí quiero otra pausa, para no ofender a las buenas conciencias. Lo prosaico lo debemos entender como una falta de idealización elevada.

Volvamos paradigma los casos individuales, como diría Lacan. Pensemos en ciertas actividades ilícitas que no solo están al margen de la ley, sino que incluso la contravienen abiertamente como el mal llamado ambulantaje. Este comercio informal que vuelve propiedad privada los espacios públicos, que no paga impuestos y que hasta podría sostener estructuras criminales por el pago de piso a los “líderes” o a las autoridades, lo aceptamos y hasta lo protegemos porque se ha “romantizado”.

Para que llegara a esa idea de lo “romántico”, se toman ciertas características de algunas personas que lo practican y se dice que es la falta de oportunidades lo que los llevó a esa vía para ganarse el sustento cotidiano.

Última pausa necesaria. No es idea de este escrito debatir la pertinencia de esta actividad comercial. Si no, mantengámonos enfocados, ver como estamos minando al amor que tanta falta nos hace hoy.

Ahí donde dice se romantiza debemos leer se moraliza. Es decir, a la violación de leyes federales, estatales o municipales, se les da el estatuto de superioridad moral que debe ser permitido y no sometido a debate, porque es la carencia lo que convierte a alguien en superior. Y nadie puede cuestionar a quien es moralmente mejor.

Llamémosle al pan, pan y al vino, vino. Para que el amor vuelva a ocupar su lugar que permita a la humanidad mantener una relación de pareja, de amistad y una fiesta lejos de los valores capitalistas del consumo.


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