Nuevamente un joven estudiante de la normal rural de Ayotzinapa fue víctima de policías de Guerrero. Se le acercaron con la intención de detenerlo cuando estaba con sus amigos comprando cigarros en una tienda de Chilpancingo. Intentó huir, le dispararon y lo mataron.
La historia aún tiene cabos sueltos, pero los policías estatales pretendieron tapar los abusos que cometieron. Sembraron un arma, pusieron balas que no correspondían con la pistola, aseguraron que los jóvenes los atacaron primero, hicieron creer que venían tomados y drogados.
La versión de los policías fue transmitida a la gobernadora Evelyn Salgado y al gabinete de Seguridad federal que se la compartió al Presidente. Algo no cuadraba y desde el viernes en la mañana se pidió a la Fiscalía General de la República atraer la investigación. Tres de los policías involucrados están detenidos. El Presidente confirmó este lunes que todo derivó de un “abuso de autoridad”.
Este año se cumplirán 10 años de la noche triste del 26 de septiembre de 2014, cuando policías municipales, en la nómina de Guerreros Unidos, entregaron a 43 estudiantes normalistas a sicarios del grupo. El desenlace es incierto, pero todo apunta a que los mataron, juntos o separados, y se deshicieron de sus cuerpos.
En 10 años sigue pendiente la identificación de 40 de los 43 estudiantes desaparecidos. Hay restos almacenados sin ser enviados a analizar a la Universidad de Innsbruck en Austria, supuestamente por cuestiones científicas, pero que en realidad evitan porque favorecería la hipótesis del basurero de Cocula, pues fueron encontrados ahí.
Pero más allá de la investigación del caso, poco se ha hecho para que un crimen similar no se vuelva a cometer. Los policías estatales de Guerrero que mataron el jueves por la noche a Yanqui Kothan intentaron lavarse las manos, actuaron con total impunidad frente a jóvenes estudiantes de Ayotzinapa, alteraron la escena del crimen y se llevaron a uno de los sobrevivientes, seguramente para amenazarlo. Las autoridades estatal y federal les compraron el cuento. Hasta que la familia del joven, organismos de derechos humanos y reporteros, como los de MILENIO que se desplegaron al sitio, los evidenciaron desde el viernes.
Ahora cambió la narrativa, desde el gobierno se aseguró que se hará justicia y los responsables enfrentarán las consecuencias de sus actos. Sin embargo, el joven está muerto.
¿Cuántas noches tristes más se necesitan para que las cosas realmente cambien en Guerrero?