Desde inicios de 2025, el dólar de Estados Unidos ha mostrado una tendencia de debilitamiento respecto al resto de monedas si lo medimos a través del desempeño del índice DXY, el cual marca un desempeño negativo por parte del dólar de poco más de 7 por ciento, aunque este debilitamiento llegamos a verlo en poco más de 12 por ciento. Localmente, esta debilidad la hemos visto en el desempeño particular del peso mexicano, que presenta una apreciación de alrededor de 10 por ciento en lo que va del año, con niveles promedio alrededor de los 18.50 pesos por dólar.
Este debilitamiento no surge de un único factor, sino de la confluencia de varias dinámicas globales, entre las cuales destacan dos. La primera y a mi parecer la más importante, es que la política comercial de Estados Unidos ha sumado un componente de incertidumbre. Las tarifas, las tensiones con socios comerciales y una narrativa de “Sell America”, han reducido el atractivo del dólar como refugio seguro.
Este punto también ha causado una diversificación de inversiones y reservas internacionales: bancos centrales y gestores de capital reducen ligeramente su dependencia del dólar y se mueven hacia otras monedas como el euro o el yuan chino, así como hacia activos alternativos, como el oro.
El oro ha sido un caso evidente de flujos por parte de los grandes inversionistas en búsqueda de diversificación en sus activos fuera del dólar. Esta tendencia, aunque ya lleva algunos años si vemos el incremento de la participación del oro como activo en las reservas extranjeras, se ha acentuado particularmente este año.
Por otro lado, la expectativa del mercado respecto a la política monetaria en Estados Unidos, con la Reserva Federal (Fed) retomando el ciclo de recortes en su tasa de interés, ha generado un cambio en la prima de rendimiento que sustenta la fortaleza del dólar y en el relativo respecto a otras regiones del mundo. Aunado a esto, en Estados Unidos se vislumbran preocupaciones sobre la trayectoria del déficit fiscal, la sostenibilidad de este y sus efectos en la deuda pública.
En este entorno, el peso mexicano aparece como una de las monedas emergentes que más se han beneficiado de esta dinámica internacional. En la práctica, esta “fortaleza” del peso debe leerse en parte como una consecuencia indirecta de la debilidad del dólar y en parte como reflejo de factores domésticos: tasas reales relativamente atractivas en México, expectativas favorables de inversión extranjera (por el nearshoring) y la percepción de que el Banco de México mantendrá una postura monetaria prudente hacia adelante.
Entonces, ¿puede continuar esta debilidad del dólar hacia 2026 y qué implicaciones tendría para el peso mexicano? Las señales sugieren que sí existe esa posibilidad. Algunos analistas internacionales muestran modelos de valuación del dólar donde todavía podría haber espacio, si las condiciones se mantienen; entre ellas, menores tasas en Estados Unidos, crecimiento doméstico más débil y menor diferencial de tasas frente a otras economías. Como argumento contrario y bastante válido, es que el dólar americano es la moneda reserva global y no hay otro activo hoy en día que tenga las mismas características ni el tamaño de mercado con el que hoy cuenta, como para poder tomar ese rol.
Para México, eso podría significar que el tipo de cambio dólar/peso se mantenga en niveles favorables (es decir, un peso relativamente fuerte) en el corto plazo, pero también que ese “beneficio” se diluya si los diferenciales de tasas se reducen o si la economía mexicana no logra capitalizar la inversión esperada o presentar mejores perspectivas hacia los siguientes años después de un crecimiento pobre durante el 2025. Hacia adelante, tenemos en el horizonte la revisión del T-MEC, cuyo resultado podría también traer algo de volatilidad en la moneda.
En resumen, la narrativa principal de los siguientes meses no debe ser que “el peso se está fortaleciendo”, sino que “el dólar se está debilitando, y el peso y otras monedas emergentes lo están aprovechando”. Entender este matiz permite estructurar mejores decisiones de inversión y cobertura. Si el dólar continúa su trayectoria descendente, el momento es propicio para plantearse estrategias de diversificación y cobertura. Pero si el ciclo se invierte, entonces esa aparente fortaleza del peso puede verse repentinamente erosionada.