¿Autonomía del consejo técnico?

  • Apuntes pedagógicos
  • Alfonso Torres Hernández

Hidalgo /

El funcionamiento del Consejo Técnico Escolar (CTE) en la educación básica siempre ha sido determinado por la Secretaría de Educación Pública (SEP). En el plano del discurso generalmente se apela a la búsqueda de la autonomía y al impulso al desarrollo profesional de los docentes, sin embargo, en la parte operativa se despliega una estrategia para estandarizar el trabajo del CT a través de guías, recomendaciones, orientaciones, insumos, etc. Esta lógica de operación del CTE se ha configurado en paralelo al desarrollo de políticas y estrategias que buscan que la escuela tenga la centralidad de los procesos educativos. La construcción de la autonomía escolar, y con ello de los CTE, parece que sólo ha tenido un camino: lo que la SEP determine.

En la segunda sesión ordinaria del CTE del ciclo escolar 2024-2025 nuevamente se presenta esta lógica. La SEP pondera el CTE como “un espacio genuino para el ejercicio de la autonomía profesional; para que maestras, maestros y agentes educativos, pongan en juego sus capacidades, conocimientos, experiencias y saberes” (SEP, 2024). La autonomía expresada en la posibilidad de que “los colectivos docentes y de agentes educativos decidan los temas que abordarán, las formas de trabajo y las actividades a desarrollar” (SEP, 2024), cuestión que se diluye al momento en que la propia SEP determina “los temas” y “propone” que de una lista de 10 temas, cada CTE seleccione 4 para igual número de sesiones ordinarias. Parece ser que se promueve y construye una autonomía “donde los otros tienen la libertad de hacer lo que otro les diga”.

Si bien, se intenta que el funcionamiento del CTE sea diferente a ciclos anteriores, a propósito de la entrada de la nueva administración gubernamental, el ejercicio de la autonomía profesional (individual y colectiva) requiere de marcos de referencia que trasciendan la racionalidad técnica y las lógicas administrativas por las que el CTE se ha desarrollado. Es pertinente entonces, que la promoción de la autonomía tenga como puntos de partida la reflexión colectiva del pensar y hacer docente, sin parámetros que los limiten y “encajonen”. Cada CTE es capaz de encontrar sus “zonas de posibilidad” en el ámbito de la reflexión y acción. ¿Qué pasa si en un CTE se proponen temas distintos a los propuestos por la SEP? ¿Qué pasa si en lugar de 4 temas proponen su ruta anual con 8 temas? El enfoque de la Nueva Escuela Mexicana (NEM) diría que están en el camino correcto. O acaso ¿Tendrán limitantes administrativas que impidan su iniciativa y decisión?

Lo he apuntado en recurrentes ocasiones, los desplazamientos de pensamiento y acción que propone la NEM están situados en el marco de la pedagogía crítica en la cual “el programa educativo es confeccionado por los docentes, alumnos y otros actores de la comunidad educativa y se construye a partir de la problematización de la vida cotidiana” (McLaren, 2012) Este posicionamiento político-pedagógico crítico por parte del CTE les permite una articulación más clara con el proyecto político de transformación que se plantea desde el ámbito gubernamental.

La autonomía del CTE debe expresarse en la capacidad para la toma de decisiones pedagógicas pertinentes por parte del colectivo docente en razón a la atención de problemáticas que están presentes en la cotidianidad de su aula, escuela y comunidad. Estas problemáticas son el insumo para identificar las temáticas más propicias para el análisis y diálogo al interior del CTE. Se constituyen en pre-textos para construir una mirada pedagógica que problematiza, contextualiza y conceptualiza la práctica docente que desarrollan. Además, permite que el CTE se constituya como un espacio democrático, deliberativo y propositivo para construir colectividad y comunidad, que en otras palabras sería hacer escuela.

De igual manera, si la SEP tiene la intención de “proponer” que los CTE se constituyan como “comunidades de aprendizaje”, es pertinente que haga una revisión de la fundamentación teórica (organizaciones que aprenden, escuelas inteligentes, círculos democráticos), experiencias y esencia de lo que ello significa. No es un asunto que se logre por decreto, ni se logra por el cambio de nombre. La esencia de los CTE debe ser la colectividad y la autonomía. Esta es la finalidad y sólo es posible lograrla con la participación central de las maestras y maestros, y quizá un punto de partida sea el de reconocer que son capaces de hacerlo sin parámetros o indicaciones de corte administrativo.

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