El desafío de pensar

  • Apuntes pedagógicos
  • Alfonso Torres Hernández

Hidalgo /

El desafío de pensar se presenta ante las maestras y maestros como una posibilidad de incursionar en el campo de lo posible. Pensar la práctica, reflexionarla, es un dispositivo que permite una mirada crítica sobre el currículum: qué se enseña, cómo se enseña, para qué se enseña. Pensar la práctica los coloca en zona de ruptura, de cuestionamiento, de dislocación, de incertidumbre. Quizá esto último es lo que los posiciona en la disyuntiva de involucrarse y apropiarse de la nueva narrativa pedagógica o de mostrar actitudes de resistencia a lo “nuevo”. Pensar es así, un acto complejo, porque está relacionado con la formación, la experiencia, las condiciones de trabajo docente, los marcos de referencia adquiridos, las relaciones sociales y el posicionamiento político-pedagógico-ético que se ha construido.

Pensar es distanciarse de la cultura pedagógica construida en las escuelas, pero de aquella cultura que se refugia en la tradición, en la inmovilización del pensamiento, en el confort de la práctica. Aquella que se niega a explorar caminos diferentes para crear relaciones pedagógicas diferentes con los alumnos. Pensar entonces permite la búsqueda de sentidos y significados distintos a los construidos. Esta búsqueda llevará a las maestras y maestros a zonas de incertidumbre y de inseguridad porque los aleja de los parámetros que dan certidumbre y seguridad. Un pensamiento que se arriesga, se niega a los parámetros, se niega a seguir a las mayorías y se niega a lo instituido. Oscar de la Borbolla dice “el que piensa duda, nunca está seguro, pero se asegura de tener al alcance otras opciones. El que no piensa tiene el privilegio de la seguridad, lo ha obtenido al renunciar a la infinita pluralidad de sentidos y de caminos que brinda el mundo” (De la Borbolla, 2023).

El desafío de pensar es una cuestión inherente en la tarea docente. El trabajo pedagógico-didáctico obliga a ello. Cuando se reflexiona y problematiza la práctica se piensa. Cuando se contextualiza se piensa. Cuando se planifica se piensa. Cuando se evalúa se piensa. Un docente que desarrolla estos procesos (reflexionar, problematizar, contextualizar, planificar, evaluar) y que además no parametriza su práctica, ha comprendido la función social de la educación y de su labor. Formar individuos críticos y analíticos es consecuencia de una práctica docente que no se sujeta a los parámetros, que busca la comprensión de la acción pedagógica, la innovación y la transformación. Sin embargo, enfrentar el desafío de pensar requiere de tener condiciones para ello. Requiere de una formación inicial que se articule de manera congruente en sentidos, enfoques y fundamento con la tarea docente. Requiere de una formación permanente que acompañe al docente en los caminos inciertos que representa lo “nuevo”, lo “atrevido”, lo “diferente”. Requiere de la tranquilidad y seguridad laboral para que su pensamiento, mirada y conocimiento pedagógico esté focalizado en su práctica. Requiere de mejores condiciones institucionales donde los ambientes comunitarios y escolares le posibiliten una atención centrada en la enseñanza y aprendizaje.

El desafío de pensar también implica la interpelación al proyecto político-educativo vigente. No significa una adhesión lineal. Se cuestiona el currículum, las intenciones, las estrategias y la narrativa que se construye en su integralidad. Pensar lo educativo desde su intención política ayuda a comprender y encontrar sentido a la construcción de una ciudadanía diferente. ¿Cómo se piensa lo democrático, la justicia, la equidad, la inclusión, la ética y la diversidad? Son interrogantes para encontrar sentido al posicionamiento político-pedagógico y a la práctica, porque la narrativa nos interpela, nos disloca y nos ruptura.

En síntesis, el desafío de pensar es una provocación para abandonar la simplicidad de la práctica y atreverse a incursionar en la complejidad, aun sabiendo que puede llevarnos a la soledad, al distanciamiento de lo que nos ofrece “tranquilidad” y a la incertidumbre, sin embargo, ese atrevimiento puede constituirse en la posibilidad de encontrar sentido a los desplazamientos que desarrollamos siempre que enfrentamos un currículum diferente y a constituirnos en individuos capaces de tomar decisiones pedagógicas pertinentes, es decir, en docentes autónomos.


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