Desde la perspectiva del campo de la gestión escolar, como un orden instituido, es posible advertir una serie de tensiones que están presentes en las prácticas de supervisión entre la fiscalización y el apoyo, la innovación y la tradición, lo normativo y lo real, la autoridad y el liderazgo, el orden y el conflicto. En este tipo de tensiones, el supervisor escolar, como un sujeto de autoridad y no exento de una posición ideológica o política, va configurando su práctica educativa mediante la valorización que hace de su estatus y rol desempeñado. En este sentido se reconoce que la supervisión escolar es un espacio en el que se inscriben los procesos educativos y desde esta se generan procesos que organizan en gran parte sus movimientos y sentidos, no puede ser que su única función se desarrolle de manera repetitiva y demandante de la ejecución de prácticas estables, fincadas en relaciones de reproducción de las disposiciones de autoridades superiores, subordinando e ignorando esos otros procesos que se gestan de manera natural en el interior de la zona escolar.
Lo anterior, nos coloca en la necesidad de revisar los procesos de institucionalización, las condiciones de la normatividad en la vida escolar, las condiciones de los supervisores escolares para moverse en la norma desde sus prácticas, la actitud vigilante en todas las acciones educativas, así como la manera en que participan con la presencia del poder que invariablemente representan e institucionalizan en su espacio propio. Esta institucionalización del poder, que se expresa en una manera particular de administrar la zona escolar y de interpretar la norma y su aplicación, no son otra cosa que la forma de concebir el poder y su modo de ejercerlo, aquí se expresaría una de las categorías principales y confrontación teóricarelevanteen los estudios sobre la supervisión escolar. En esta concepción vertical, se imponen medidas, acuerdos, disposiciones, formas de administrar, formas de enseñar, definición de planes y programas, conformación de proyectos educativos, definición de normatividades de estructura y de trámite, llevando los procesos de la educación a una tensión que conduce a una apresurada respuesta que nada tiene que ver con los esfuerzos formativos; porque o se trabaja para responder a la norma, o se trabaja en resistencia a la misma; en ninguno de los casos se fija como objetivo, atender a las necesidades educativas.
Por otra parte, derivado de la categoría de poder, se puede mencionar que la supervisión escolar representa el control, la vigilancia y la fiscalización porque tiene una presencia de poder en toda la estructura de la zona de influencia; esta situación puede significar un obstáculo e inhibición en los distintos procesos que se trabajan en la vida escolar y a los esfuerzos transformadores de los maestros con iniciativa crítica, o por otra parte, buscar las estrategias pertinentes para convertirse en un recurso de activación de las voluntades docentes; en un propiciador de nuevas relaciones de lo pedagógico; en una oportunidad para activar procesos hacia el interior de los maestros en una participación común. En esta idea radicaría una parte muy importante que explicaría el mantenimiento de la figura de inspector por encima de la de supervisor. Para Rafael Ramírez (1948) inspección significa la acción y efecto de inspeccionar, e inspeccionar quiere decir examinar concienzudamente una cosa y cuidar de que conserve su eficiencia; en tanto que supervisar es examinarla también muy cuidadosamente, pero viendo y buscando la manera de superar su eficiencia actual y estimulándola de manera constante a fin de lograr que dicha eficiencia vaya aumentando permanentemente.
En el mismo sentido, tradicionalmente se ha visto a la supervisión escolar como la expresión de poder en la estructura administrativa, encargada de aplicar las medidas de control y, en muchos de los casos, existen justificaciones para que se considere de esta manera. Desde esta noción, el supervisor escolar posee las condiciones necesarias, de jerarquía e institucionales, para lograr los fines que se proponga para sí mismo, es decir, tiene un poder que se expresa en sus acciones propias. Pero también posee un poder que para disponer de la capacidad de acción de otros para lograr determinados fines. Establece entonces una relación de dominación con sus subordinados.
Desde esta visión es como se puede afirmar que una supervisión escolar no escapa a ello. Hasta la actualidad, se ha expresado a través de un control normativo, pero ha venido tomando mayor fuerza aquel poder que no se ve: el simbólico. Held (1998) menciona que “no es posible entender plenamente el poder que se manifiesta en las relaciones políticas y sociales si la atención se restringe a lo que la gente hace (decisiones tomadas). Pues el poder puede también expresarse cuando los agentes y las agencias parecen no hacer nada (decisiones no tomadas)”. Aceptar la existencia de esta relación de poder, es el reconocimiento de una fuente que fortalece la construcción de una supervisión escolar, que bien puede transformarse en una fuerza de poder para la mejora de la situación educativa.