La Revolución Mexicana expresa los anhelos de un pueblo por terminar con la injusticia social que caracterizaba la vida a finales del siglo XIX y principios del siglo XX en el territorio mexicano. Fue una lucha violenta que buscaba un cambio radical en las estructuras políticas, sociales y económicas con la finalidad de transitar hacia mejores condiciones de vida. Un movimiento social que confrontó la dictadura porfirista que se había configurado con apoyo de capital extranjero y con la comparsa de ricos hacendados que llevaron a la población campesina y obrera a condiciones de marginación extrema. La Revolución entonces fue animada por un sentimiento nacionalista, un sentido popular y una proyección social, en la cual la educación ocupaba un lugar relevante.
Leonardo Gómez Navas nos refiere “la Revolución Mexicana busca la justicia social, es lógico pensar que la educación debe poseer esa característica y contribuir a formar a las nuevas generaciones dentro de esa filosofía; por consiguiente, el contenido educativo y su organización deben coincidir con los propósitos de la Revolución. Si ésta es popular, debe serlo también la educación, que deberá estar al servicio de las mayorías y constituirse en un instrumento de lucha contra el estancamiento económico, político, cultural y social en que vive nuestro pueblo. La educación debe despertar las conciencias de los hombres para liberarlos. Éste y no otro, debe ser su propósito” (Gómez, 1982)
El anhelo de una educación popular tiene su antecedente a finales del siglo XIX en el Congreso Nacional de Instrucción Pública donde advertía que la enseñanza estaba reservada para los privilegiados de grandes poblaciones y ciudades en detrimento de las grandes mayorías del pueblo. Fue entonces que la Comisión de enseñanza Obligatoria, del propio Congreso, propusiera que en lugar de enseñanza elemental” se dijera “educación popular”. En este sentido, se pensaba que una buena política educativa, que buscaba la unidad de la nación, debería tener como eje la educación popular.
La Comisión decía “Un Sistema Nacional de Educación Popular vendrá a realizar la verdadera unidad del país. Esta unidad se ha buscado en el campo del bienestar material, uniformado en todo el país la legislación civil y penal y los códigos de Comercio y Minería. Esto es muy importante, pero más importante, más trascendente, será la que procure la igualdad de cultura y especial preparación para la vida política, la unidad intelectual y moral que imprimirá igual carácter a todos los miembros del Estado y establecerá, bajo indestructibles bases, el amor y respeto por las instituciones que nos rigen. Es ya tiempo que se complete la obra de los apóstoles de la Reforma. Si ellos nos han dado un modo de ser político basado en los más sabios y justos principios de la libertad, toca a nosotros preparar convenientemente al pueblo para este alto y definido modo de ser. Para ello es menester que formemos, desde temprano y por iguales medios, el espíritu de ciudadanos de un país verdaderamente libre. Sólo así aseguraremos la vida de la República……..Por ello, concluye la Comisión, es posible y conveniente establecer en todo el país un sistema de educación popular, bajo los principios, ya conquistados para la instrucción primaria, de laica, gratuita y obligatoria”. (Gómez, 1982).
Estas ideas son recuperadas en su sentido de libertad en el Manifiesto del Partido Liberal Mexicano, cuando fue dado a conocer en 1906. Isidro Castillo recupera una de las ideas esenciales del Manifiesto: “La instrucción de la niñez debe reclamar especialmente los cuidados de un gobierno que verdaderamente anhele el engrandecimiento de la patria. En la escuela primaria esta la profunda base de la grandeza de los pueblos, y puede decirse que las mejores instituciones poco valen, y están en peligro de perderse, si al lado de ellas nos existen múltiples y bien atendidas escuelas en que se formen los ciudadanos que en lo futuro deberán velar por esas instituciones. Si queremos que nuestros hijos guarden incólumes las conquistas que hoy para ellos hagamos, procuremos ilustrarlos en el civismo y el amor a todas las libertades”. (Castillo, 2006)
Desde esta recuperación histórica sobre la educación en México, podemos apuntar que en la construcción de una Nueva Escuela Mexicana es una necesidad, y exigencia, que estén presentes, como principios orientadores, el sentido de libertad y justicia social en la formación y desarrollo de las niñas, niños, adolescentes y jóvenes que hoy están en nuestras escuelas. La memoria histórica se constituye en un dispositivo que no debemos perder en la lucha por una educación que sea mejor cada día.