El 16 de enero de 1979, nos cuenta José Javier Esparza en su libro Historia de la yihad: catorce siglos de sangre en el hombre de Alá (La Esfera de los Libros, 2015), Mohammad Reza Pahlaví, sah de Irán-Persia, “rey de reyes y luz de los arios”, abandonaba Teherán para refugiarse en el Egipto de Anwar Sadat, y un mes después el ayatolá Jomeini aterrizó en Teherán, procedente de París, con el triunfo de la revolución islamista.
Aunque no era una revolución enteramente islamista, Jomeini se las arregló para irse deshaciendo después de la victoria de otros participantes en las revueltas, no fundamentalistas sino comunistas, liberales y nacionalistas, con el fin de instaurar una “república de inspiración divina”. Después de las purgas, de su enemistad con Arabia Saudita y del asalto a la embajada estadunidense, Irán se fue aislando, rompiendo al mismo tiempo con la Unión Soviética y distante de la Liga Árabe por la obvia, pero a menudo soslayada razón, de que su lengua es el persa o farsí.
Se ha exagerado, dice el historiador valenciano, la importancia de Irán en el fenómeno del yihadismo, más atribuible a Pakistán y Arabia Saudita, pero no puede dejarse de lado que esa revolución de Jomeini sí fue determinante para el nacimiento de una milicia yihadista específica, chií, pro iraní, asentada en Líbano, Hizbulá, el “Partido de Dios”, que hoy en día es el objetivo principal de Israel, una vez que Hamás ha sido reducido con la invasión a Gaza.
De confirmarse los primeros reportes sobre los líderes eliminados con los bombardeos del viernes, tiempo de Jerusalén, estamos ante un ataque de una magnitud mayor. El general Hosein Salami era el comandante en jefe del poderoso Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica, es decir, apenas un escalón abajo del líder supremo, Alí Jamenei, quien juró ya una “respuesta severa”. Los otros dos que se barajan como caídos son Mohammad Bagheri y Gholamali Rashid, la élite de las fuerzas armadas.
Con Rusia, que era mediador natural entre Irán e Israel, ocupado ahora en su invasión a Ucrania, Benjamin Netanyahu ha aprovechado la ocasión y con el argumento de la amenaza nuclear desató la operación León Ascendente. El descabezamiento de la plana mayor iraní impacta de frente a Hizbulá, objetivo prioritario israelí.