De las varias delirantes historias sobre escenarios futuristas, acaso El Napoleón de Notting Hill (Bruguera, 1981) de G. K. Chesterton sea la más hilarante, con personajes que no dejan mucho a la imaginación debido a las ilustraciones de Gerardo R. Amechazurra, para la edición española, y un planteamiento que, si no fuera tan cercano a algunas realidades del siglo XXI y a nuestro entorno, quizá nos causaría más gracia.
Chesterton nos cuenta en esta novela publicada en 1904 que un Londres del futuro, que él aprovecha para satirizar el eurocentrismo de la época, tan vigente hoy en día con su cara de “excepcionalismo” gringo, elige como rey a un humorista profesional, porque para entonces ya la sucesión monárquica será definida por sorteo en lugar de ser hereditaria. Como usted lo lee: por sorteo.
Cuando aparece un extranjero, que resulta ser el ex presidente de algún país de Centroamérica (después sabemos que es Nicaragua), dice el narrador: “Los hombres que se paraban para seguirle lo hacían en parte por el asombro ante su brillante uniforme; es decir, en parte por aquel instinto que nos hace seguir a cualquiera con aspecto de loco, pero mucho más por aquel instinto que impulsa a todos los hombres a seguir (y adorar) a cualquiera que decide portarse como un rey”.
Predice Chesterton que en un siglo, es decir, a principios del XXI, el pueblo habrá perdido toda fe en las revoluciones, que son doctrinales, y habrá abrazado algo llamado “evolución”. Y explica: “Todos los cambios teóricos han terminado en sangre y aburrimiento. Si cambiamos, hemos de cambiar lentamente y con seguridad, como hacen los animales. Las revoluciones de la naturaleza son las únicas que tienen éxito”.
Más adelante, desliza la explicación de la sucesión del futuro: “Queremos a un hombre como jefe de nuestro Estado, no porque sea inteligente o virtuoso, sino porque es uno solo y no una multitud charlatana. A fin de evitar la posibilidad de enfermedades hereditarias, hemos abandonado la monarquía hereditaria. El rey de Inglaterra es elegido como un miembro de jurado mediante una lista oficial rotatoria. Aparte de esto, el sistema entero es silenciosamente despótico y nadie se ha quejado hasta ahora”.
¡Qué vigente suena Chesterton!