Un pasaje de Paraíso, obra mayor del tanzano-británico Abdulrazak Gurnah, evoca supongo sin premeditación un capítulo de la serie Dimensión desconocida en que un vagabundo cuida una especie de escultura sin aparente patrón de construcción, a base de alambres y tubos, pero que es la representación de la armonía del planeta, por lo que todo cambio en ella, por mínimo que sea, provocará un desastre en sus modalidades de temblor, inundación o tornado.
Un ciudadano que se interesa por el personaje callejero queda fascinado con esa locura y comienza a frecuentarlo, cautivado por la fruición con la que se esmera en mantener sus alambres en orden, so pena de ser corresponsable de un cataclismo en alguna región del mundo. Cuando el curioso transeúnte atestigua la coincidencia de que una falla en los tubos se ha ligado en el tiempo a una catástrofe, comienza a considerar la posibilidad de que aquel hombre no esté tan loco y se enreda de tal manera en la trama que acaba siendo el heredero para aquel ingente trabajo, mientras que el vagabundo se ufana de haber hallado por fin a su relevo y se retira sin mirar atrás.
Estas personas con delirio de indispensabilidad, que consideran que su ausencia hará realidad los peores augurios para la tarea que tienen asignada y que solo con ellas al frente se sostiene la posibilidad de éxito y un mejor futuro, abundan más en la política que en ficciones como Twilight Zone o el personaje Khalil de la novela del ganador del Premio Nobel de Literatura 2021. Con los argumentos de la patria, la vida, los niños o cualquier otro, sienten estos hombres de poder que son únicos, indispensables e irremplazables.
Así lo pensaban Benito Juárez, Porfirio Díaz, Plutarco Elías Calles, Luis Echeverría y otros líderes mexicanos que no se imaginaban su patria sin ellos en los controles, patología que se desborda desde aquellas alturas a toda la clase política, una que se fractura en diversos logotipos y colores que se mezclan y atomizan a placer, según los intereses en curso, pero que sigue siendo la misma, la que no se va nunca porque sin ella, ¿quién salvará la nación?
Con los mismos personajes por décadas incrustados en el sistema, más su prole, con las recetas de siempre, ¿cuándo diablos va a cambiar el país?