En una serie de Netflix, cuyo nombre me reservaré para que no me tundan por divulgar el desenlace y acabar de blanco de los enemigos del spoiler, dos padres dolidos por el asesinato de su hijo aceptan a regañadientes el acuerdo de la fiscalía con la defensa del acusado, para castigarlo a él con una pena de cinco años de cárcel, siempre y cuando declare contra sus tres cómplices, a quienes esperan veinte años a la sombra por encubrimiento.
El muchacho acusado concede declararse culpable y hundir a sus compañeros, pero cuando todo está listo para que proceda a firmar la documentación, los padres insisten en que no es suficiente y quieren que el hombre suba al estrado a confesar su culpa. La fiscalía, conmovida con el dolor de la pareja que ha perdido a su hijo, cede, pero no alerta con firmeza sobre los riesgos, y cuando llega la hora, intimidado por las miradas de sus tres coacusados presentes en el tribunal, el chico miente y asume toda la culpa.
Resultado: la condena es de un año contra el acusado y los demás salen inmaculados del crimen. Los deudos tenían una solución en la mano, sin ser la mejor, pero se empecinaron en ir más lejos sin escuchar las eventuales consecuencias y se quedaron sin nada.
Ayer recordaba esa trama cuando mis compañeros Rubén Mosso y Carlos Vega informaban sobre la decisión de un juez para suspender el proceso contra Emilio Lozoya, ex director de Petróleos Mexicanos, en relación con el tema de la venta de la planta de Agronitrogenados.
El detenido había puesto sobre la mesa 10 millones 700 mil dólares durante el proceso, pero el gobierno federal públicamente, más allá de las decisiones de la “autónoma” FGR, rechazó la oferta y se obcecó con que la cifra no podía bajar de 30 millones de dólares. Apelación de por medio o no, hoy por hoy Lozoya se salió con la suya y sin soltar un solo dólar, acogido a un criterio judicial de reciente aprobación del que se deriva, en términos sencillos, que alguien más ya pagó por ese caso.
De consumarse la faena del pillo, solo quedará exhibida la fallida operación de un MP que se atuvo a lo que le dictaron desde Palacio. ¿O será que sí advirtió y, como en la serie, no lo pelaron?