Entre las varias funciones de la propaganda destacan el reforzamiento de un discurso de poder destinado a justificar acciones, la fijación de deslindes y el cultivo de una narrativa épica frente a los adversarios, que pueden ser políticos o auténticos enemigos. Los casos que ocupan la atención estos días en ese sentido son la condena a Genaro García Luna en Estados Unidos y la eliminación del líder máximo de Hamás en Gaza.
Cuando se dieron a conocer en Estados Unidos los testimonios de un ex agente “testigo” de algunas pillerías de García Luna, que contaba que se estacionó sobre la carretera libre México-Cuernavaca para ir por un taco y a la distancia, al otro lado de la vía, de pura casualidad, pudo distinguir que el mando policiaco se reunía con uno de los Beltrán Leyva, a ras de piso, y le entregaban lo que se dedujo eran cantidades exorbitantes de dinero, esa sola charada debió haber sido suficiente para invalidar esos dichos temerarios.
Similares a los de otros testigos protegidos de Estados Unidos que igual declararon contra García Luna que después contra Andrés Manuel López Obrador y seguramente en meses próximos contra Ismael Zambada, a quien hoy toca turno en Nueva York. Aquí, por cierto, el gobierno heredero de la 4T se ufana del castigo al policía por haber sido colaborador de Felipe Calderón, acaso más que nada por eso. Pura propaganda.
Por cierto: ¿quién en su sano juicio, habiendo conspirado para inundar Estados Unidos de droga, se instala a vivir en aquel país? Sí hay que decir que nada más el tema del montaje en el caso Florence Cassez, descubierto por mi colega y amiga Yuli García, es suficiente para tener a García Luna detrás de las rejas, ahí sí todo documentado.
Lo de Gaza tiene su filo. Una vez anunciada la eliminación de Yahya Sinwar, líder de Hamás, Estados Unidos y Francia salen en coro a asegurar con una temeridad que solo explica su ánimo propagandístico que ven “una oportunidad para la paz”, porque el mando asesinado por Israel era el principal obstáculo. Demagogia. Desde los fallidos Acuerdos de Oslo de los años noventa no ha habido otra opción para Medio Oriente y no lo será tampoco la destrucción de Gaza, borren a quien borren del mapa.