La élite empresarial ha elegido el eufemismo de “voto razonado” para llamar a sus trabajadores y colaboradores a no votar por un candidato específico, Andrés Manuel López Obrador. Ha sido una estrategia que, en principio suelta, tomó forma y hoy representa un frente común de los más importantes líderes de la iniciativa privada contra el fundador de Morena, quien sube en cada encuesta a un mes de la elección, sin que los ataques de sus adversarios en la boleta le hayan infligido rasguño alguno.
Fallidos todos los intentos partidistas de desacreditar al tabasqueño, los empresarios han saltado a la arena para protagonizar una versión 2.0 de la campaña que lanzaron en 2006 con el lema de que “es un peligro para México”, ahora matizada, si no es que mal disfrazada, con el rollo de que solo están llamando a que se vote en conciencia y contra toda opción populista. En realidad los argumentos son los mismos de hace 12 años.
Usted dirá que los empresarios tienen derecho a opinar por quién votar o no y a expresarlo de forma pública ante sus empleados. Sin duda. Nada les impide reunirse con ellos y advertirles que, de ganar la opción “populista”, sus actividades tendrán un freno y se desencadenará una serie de consecuencias, entre ellas el cierre de fuentes de empleo. De hecho es sabido que el sector considera o emprende ya una ralentización de inversiones, que bien puede durar año y medio. Esos encuentros, pues, no son ilícitos, pero acarrean una pesada carga de inmoralidad al acudir al recurso del miedo y jugar con la incertidumbre laboral.
Y uno se pone a cavilar: claro, los empresarios tienen razón en temer a un gobierno diferente del que conocen. No sea la de malas que vayamos a caer en un régimen en el que el narcotráfico gobierne amplias franjas del país; en el que la corrupción sea la constante; en el que las ejecuciones se multipliquen y rompan récord; en el que la inseguridad dé el pretexto ideal para la creación de autodefensas; en el que el crecimiento económico sea debajo de 2 por ciento; en el que impere el feminicidio; en el que la impunidad sea de 98 por cierto; en el que la pobreza, antes que ceder, aumente; en el que sea imposible crear un millón de empleos al año; en el que el dólar rebase los 20 pesos…
Sí, tiene razón la élite empresarial. No vayamos a convertirnos en un país así. ¡Qué horror!