Crítica a 'Emilia Pérez'

Ciudad de México /

Entre la rueda de prensa y la alfombra roja de “Emilia Pérez”, ocurrió un milagro. Estuve con Jacques Audiard, su director, frente a frente, como un minuto, en una sala VIP de Cinépolis Plaza Carso.

No me aguanté las ganas y mirándolo a los ojos le dije en español, muy despacito, para que me entendiera: amo tu película. Tú eres un nuevo Luis Buñuel. Eres un genio. ¡Gracias por hacerla! ¡Felicidades!

Fue un momento muy emotivo. Creo que nunca lo voy a olvidar.

Hoy jueves 23 de enero es el estreno legal de “Emilia Pérez” en salas cinematográficas de todo el país. Ésta es mi crítica:

Siempre quise saber qué sintieron las audiencias de 1972 cuando vieron, por primera vez, “Cabaret”.

En aquellos años, no se hablaba de esas cosas. Era una grosería cantar y bailar un musical sobre el nacimiento del nazismo. Estaba mal hablar de diversidad sexual, de aborto y de muchas otras cuestiones.

Y, peor tantito, la protagonista, una prostituta, estaba interpretada por la hija de Judy Garland, la niña más pura del imaginario estadounidense.

Se viera por donde se viera, “Cabaret” era pecado, era una ofensa.

Eso es “Emilia Pérez” para el mundo de hoy, un espectáculo que fusiona muchos lenguajes para sacudir al público y sensibilizarlo sobre mil y un horrores en un acto de amor infinito.

No basta con imágenes, hay que cantar. No basta con cantar, hay que bailar. No basta con bailar, hay que vivir.

Ver “Emilia Pérez” es como ir a vibrar con los montajes de La Fura dels Baus.

Uno corre, se agita, es perseguido y es salpicado mientras una multitud pelea a espadazos y otra se eleva hacia el cielo mientras una escultura monumental aparece y el fuego consume una imagen y una mujer desnuda baila en un tubo.

Es un acto de liberación. Algunos, lloran. Otros, se indignan. Es muy fuerte pero lo maravilloso está en que a todos les pasa algo, todos se transforman, y quienes no sabían de los grandes conflictos que padecemos en México, especialmente más allá de nuestra región, se enteran.

“Emilia Pérez” es un poderoso vehículo de divulgación cultural que a partir de nuestros referentes, le dice a la humanidad entera: esto es México, México es el mundo.

No es casualidad que a partir de la realidad de este país la película vaya a lugares como Tailandia, Inglaterra y Suiza.

No es casualidad que a partir de elementos locales que de tan comunes ya no nos dicen nada, como la grabación de “se compran colchones, tambores, refrigeradores…”, “Emilia Pérez” responda: “no se compra mi vida, mi cuerpo, mi amor”.

Como todo lo importante, hoy, las redes sociales se han encargado de “spoilearle” a las multitudes mucho de lo que hay en este filme.

Yo le recomiendo que no se deje influir ni por nada ni por nadie. Ni siquiera por mí. Fórmese su propia opinión. ¿Cómo? Yendo a las salas cinematográficas a vivir esta experiencia.

Hacer cine es muy complicado. Hacer “Emilia Pérez” debió haber sido un infierno por todo lo que implicó a nivel fondo, a nivel forma.

Cuando esté en el cine, por ejemplo, mire bien los musicales. Es un trabajo de años solamente en la composición, solamente en el trabajo de las voces.

Imagínese montar las coreografías, vestir, construir, iluminar, que la pierna suba en el momento exacto en que tiene que subir, que la mirada de la actriz diga lo que le tiene que decir al personaje de enfrente.

Es una locura. Por eso yo estoy enamorado de Karla Sofía Gascón, de Zoe Saldaña, de Selena Gómez y Adriana Paz.

¿Por qué cree usted que el Festival de Cannes, el más riguroso de todos, decidió premiarlas a las cuatro?

Porque “Emilia Pérez” es una oda a la sororidad, un filme donde las mujeres crean algo, en conjunto, como pocas veces se ha visto en la historia del cine.

Karla Sofía merece una ovación porque no sólo construyó un personaje complejísimo. Trabajó su voz, su cuerpo, con prostéticos, sin prostéticos.

Eso no lo logra casi nadie y ella, a partir de todos esos retos, creó hacia muchas, muchísimas direcciones.

Zoe Saldaña es una diosa. Más allá de que aquí pudo mostrar, como nunca lo había hecho en cine, su pasado como bailarina, ¿qué me dice de su apropiación de lo mexicano?

Pero no de lo mexicano turístico. De lo mexicano social: racismo, clasismo, misoginia… ¿Cómo darle vida a un conglomerado de conceptos antes que a un personaje sin dejar de conectar? Ella lo consiguió.

Selena Gómez es una revelación porque su actuación es caleidoscópica.

Sólo ella puede ser esposa, madre, prima, amante, clienta, víctima, villana y muchas cosas más, actuando, cantando y bailando, sin perder nunca la credibilidad. ¡Bravo!

¿Pero quién es la que le da sentido a todo esto? Adriana Paz. Yo no sé porque, si Adriana ganó en Cannes, si estuvo nominada al Goya y si ha ganado tantas veces el Ariel, la opinión pública no le hace tantas fiestas como a otras figuras.

Pero quiero que entienda una cosa: sin ella, “Emilia Pérez” no hubiera tenido sentido. Y no estoy hablando de su personaje. Estoy hablando de su actuación.

Le voy a dejar una tarea: cuando vea a Adriana aquí, observe el uso que ella le da al espacio escénico. Obsérvela. Obsérvela sólo a ella. No lo va a creer.

Luego me gustaría hablarle de la música, de la dirección de arte, de la fotografía y de la edición.

Estamos ante algo mucho muy especial. Luche con todas sus fuerzas por ver “Emilia Pérez” a partir de hoy en salas cinematográficas. Le va a gustar. De veras que sí.


  • Álvaro Cueva
  • alvaromilenio5@gmail.com
  • Es el crítico de televisión más respetado de México. Habita en el multiverso de la comunicación donde escribe, conduce, entrevista, da clases y conferencias desde 1987. publica de lunes a viernes su columna El pozo de los deseos reprimidos.
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